La palabra la aprendí en el primer año como profesor colaborador en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB en Huesca, Magisterio para los amigos y la Normal para la mayoría (menos para algún guardia urbano que me puso una multa por estar aparcado en el vado de “La Anormal” cuando era el responsable del mismo…)
Sesquicentenario se lo oí por primera vez a la que era directora, Gloria, cuando mediaban los años ochenta de la pasada centuria y se comenzaba a hablar del siglo y medio de los estudios de Maestro en la capital altoragonesa que se celebrarían con esplendor en el olímpico año 1992.
Ciento cincuenta años, siglo y medio de la puesta en marcha del Museo de Huesca merece una celebración y un recuerdo agradecido a todos los que han hecho posible que el visitante disfrute de una colección que capta la atención de cualquier interesado en el arte desde la prehistoria hasta el siglo XIX. Agradecimiento a los trabajadores con independencia de su rango y a los donantes y depositarios que han ido enriqueciendo las colecciones.
Que la celebración se centre en una exposición sobre la vida y obra de Valentín Carderera parece un acierto total si tenemos en cuenta que fue el coleccionista, erudito, recuperador del patrimonio español y pintor de la reina quien puso el cimiento del actual Museo con abundantes piezas muchas de ellas de su importante colección y otras enviadas desde el Museo de la Trinidad que almacenaba las piezas rescatadas por la Comisión Central en los edificios desamortizados.
Tras el paso por el imperial Colegio de Santiago, el primer espacio que acogió sus fondos con el diseño del propio Carderera, su ubicación definitiva en el edifico octogonal de la antigua universidad oscense supuso un considerable salto cuantitativo y cualitativo para el proyecto expositivo que se ha ido depurando con el paso de los años.
El salón del trono propone al visitante un recorrido por la biografía de Carderera iniciada con su condición de artista viajero, estudiante de Bellas Artes en Zaragoza y Madrid a los que sumó una década en Roma con el patrocinio de los Villahermosa.
La pertenencia a la generación romántica ocupa el segundo apartado de la muestra en el que se manifiesta, a través de dibujos y pinturas su interés por la Edad Media y el culto a los grandes personajes de la historia además de la estética de la ruina, como advierte el comisario de la muestra José María Lanzarote.
Un tercer espacio presidido por la frase Así convertimos el oro en polvo, lamento extraído de uno de sus textos reivindicando la conservación del patrimonio, cubre la biografía del oscense a partir de 1836 en la que se centrará definitivamente en paliar los resultados de la desamortización y buscará la protección del patrimonio artístico desde la Comisión Central de Monumentos.
El cuarto apartado de la exposición temporal se centra en la creación del Museo de Huesca, del que se celebra el sesquicentenario. La Comisión Provincial de Monumentos había reunido desde su fundación bastantes obras rescatadas de los conventos desamortizados por toda la provincia a las se sumaron 72 pinturas y casi un millar de dibujos y estampas cedidos por Valentín Carderera.
La exposición sigue por la capilla del antiguo palacio y por otras salas, no solo la sala siete, que lleva al visitante al siglo XIX, en la que abundan obras de su mano y su legado en la exposición permanente sino por el total del recorrido museístico que aparece sembrado de botones con su retrato señalando las muchas piezas que muestra el Museo desde su fundación por la generosa donación del poliédrico Carderera.
Los ciento cincuenta años transcurridos han ido modelando un museo que en la actualidad ofrece un recorrido de innegable interés hasta ese siglo XIX. Al que solo cabría pedirle que comience a pensar seriamente en el XX, que no se reduce en el Alto Aragón a un solo nombre. Durante ese sesquicentenario han ocurrido muchos sucesos artísticos protagonizados por una buena cantidad de artistas que han de ser tenidos en cuenta de cara a la celebración del bicentenario…