Las fiestas de San Martín se sitúan en el tiempo entre el recuerdo de las mayores de San Lorenzo y la relativa cercanía de la Navidad. Son fiestas con un enorme arraigo popular en el barrio del mismo nombre. Tienen un gran interés por su familiaridad y cercanía, por su sencillez y la ilusión de todos sus participantes y organizadores desde la asociación vecinal. Fiestas de chicos y de mayores, de encuentros y de afectos.
Las fiestas del barrio comenzaban con la instalación del cartel en el Coso Bajo, que durante varias décadas avisaba, como algo tradicional y como algo de interés general, para todo el vecindario, el inicio de unas fiestas populares, familiares, humildes, de confraternización general, para disfrute de todos, sin discriminación alguna de edades o de cualquier otra clase.
Este año no se pondrá el veterano cartel, a tenor de lo escuchado, por razones de la “normativa”. No se han dado muchas voces explicativas de la decisión desde el concejo. Pero es la majestad de la normativa, la “legislación vigente”, la que se suele aplicar al amigo y al enemigo, la que ha tomado la resolución de su no instalación. Una ausencia lamentable, una pena, un detalle negativo y algo triste.
La burocracia manda mucho en todo el país, y contra ella todas las batallas están perdidas. Y en el municipio no se andan a la zaga. Se aplica la legislación vigente, que no suele escasear precisamente, y quien la aplica, la interpreta, la entiende y ya está. Suficiente. Es deprimente ver que, diálogo ausente, el imperio de las pegas se impone al de las soluciones y las ayudas. Parece que cuantas más trabas, mejor, más mérito. Eso de que quien pone una pega aporta una solución parece no existir. Y sobre todo el exceso de prudencia, el sentido timorato, de “y si“, “y si pasa esto, o lo otro”, siempre “y si”. Isi es la historia de Isidro, por cierto, patrón y símbolo del agricultor aplicador y devoto, en un barrio vivido de hortelanos.
La realidad es que no hay cartel en el coso bajo. Razones: la “normativa vigente”, salvo mayor explicación que no ha abundado, y el lucero del alba, ambos responsables del detalle.
Puestos a ser positivos, he de decir que tienen todo un año para preparar el cartelón del año siguiente 2025, si aún quedan ganas en el voluntariado vecinal de hacer cosas desde la Asociación del barrio, tan meritoria, y si el abundante gremio entero de servidores municipales sabe hallar soluciones frente a sus propias pegas para poder colocar el cartel de nuevo, contando con que alguien sepa coordinar todo el potencial humano y medios de que se dispone. Suele coordinar, y decidir, quien gobierna.
Hablo de un cartel que por su larga tradición se había reproducido en calendarios, pins, participaciones de lotería etcétera dado el arraigo y su aceptación generalizada. Un año tienen para que vuelva el cartel a su función y sentido y un año para que se acierte en una solución técnica razonable, que supere eso que se llama “la normativa”. No es mucho pedir, pero el tiempo lo dirá.
Este cartel era una periódica novedad de cada año, en el tiempo llegado del otoño y de los colores de las hojas de los árboles a punto de caer en su renovación, el aviso de que el invierno está con ganas de llegar y hay que animarse, celebrar y confraternizar la vida en el barrio, en la ciudad.
Las fiestas de San Martín me parecen un esfuerzo popular y una alegría que dan personalidad a toda la ciudad, merecen el mayor apoyo y el mayor reconocimiento al personal que las vive y especialmente al que las trabaja. Y también, en sus detalles, como el cartelón del Coso Bajo. San Martín, santo tan presente en todo el Alto Aragón, tan justiciero, lo recordará. Al fin, partió su capa por la mitad con un necesitado. Si la hubiera dado toda sería algo tonto, si no le hubiera dado nada, sería insolidario y egoísta. Ya veremos en el futuro cómo viene el reparto con el Ayuntamiento del cartel de Viva San Martín.