El síndrome de Procusto se refiere a la tendencia de algunas personas a rechazar a otras por sus virtudes o logros, intentando boicotear cualquier señal o acción en la que éstas puedan resaltar. Las personas con este síndrome buscan la uniformidad con sus propios criterios, no aceptando la diferencia ni la divergencia de los otros si se sienten amenazados, superados o cuestionados.
El nombre de este síndrome viene de la mitología griega y refleja lo que el síndrome viene a decirnos. Procusto, también conocido como Damastes, ofrecía alojamiento a los viajeros en su casa en la que tenía una cama de hierro. En ella obligaba a los viajeros a acostarse en un lecho y cuando estaban dormidos los ataba y aplicaba la "medida" si no encajaban con su composición corporal. Si la víctima era más larga que su cama, les cortaba las piernas hasta que encajara; si, en cambio, era más baja, les rompía los huesos para estirar el cuerpo hasta lograr el tamaño adecuado. El fin de los días de Procusto llegó de la mano del héroe Teseo, quien lo capturó y asesinó del mismo modo que él había hecho con sus víctimas.
Este síndrome aplica a personas, pero también a organizaciones y sociedades en su sentido más amplio y sea cual sea el nivel se intenta mantener la uniformidad, castigando las divergencias que puedan cuestionar el status quo vigente. Un síndrome que es enemigo de la innovación, del crecimiento, del desarrollo, de la creatividad . En este contexto, las personas que sobresalen o difieren pueden llegar a ser discriminadas, sufriendo un cierto tipo de acoso y presión en un constante intento para mantenerlas en los límites establecidos por quienes se ven amenazados o cuestionados.
Sea cual sea el ámbito social en el que se dé, el objetivo de Damastes es evitar que alguien destaque, por la ansiedad, inseguridad, aversión y disgusto que le provoca. Reconocer a las personas que sufren este síndrome a veces es difícil pues pueden precisamente esconder su actitud en comentarios constantes sobre las virtudes del otro al mismo tiempo que los sabotea. Lo que se esconde tras ello, en la mayoría de las ocasiones, son personas con baja autoestima, alto nivel de frustración y con gran necesidad de control de las "amenazas" de quien sabe puede sentirse superado o cuestionado, tergiversando las opiniones y limitando cualquier forma de creatividad y acción del otro. Sin embargo, también puede darse en personas con un cierto grado de narcisismo o bien por la aversión que les produce que otros destaquen por encima de ellos.
Hasta aquí lo que nos dice la Ciencia, ésa que me provoca constantemente llevar a reflexiones de la vida cotidiana. Independientemente del caso clínico del síndrome que requiere de los procesos terapéuticos correspondientes, quiero llevar a la reflexión esos casos similares que en nuestros entornos sociales podemos detectar, bien en nosotros mismos, cuando nos cuesta reconocer los logros y éxitos de otros, bien cuando somos las víctimas, para poder tomar las medidas preventivas o acciones reactivas según el caso.
Para la primera situación, el necesario grado de autoconocimiento vital como lo es para otros tantos aspectos en nuestra vida. En el segundo de los casos, alejarse de Damastes es la mejor de las opciones si se puede ya que las consecuencias pueden ser diversas, desde una indefensión aprendida hasta casos de desconfirmación si la persona no se mantiene fuerte en el contexto. De no aparecer Teseo y mantenerse en el tiempo la relación, lo habitual en estos casos es que la relación entre él y sus víctimas se deterioren, siendo diferentes las consecuencias en función de los roles sociales que unos y otros tengan.
Como reza una cita de Napoleón Bonaparte, "la envidia es una declaración de inferioridad", ésa que se mueve solamente desde la inseguridad y de allí la dificultad para reconocer los aspectos positivos que sobresalen en otros, al sentirse superado por ellos. Y dentro de este contexto, me preocupan los "Procustos" cuando tienen el "poder" para hacer "cultura" o "sistema" limitando la visión del mundo a la mediocridad de su medida, limitando el Universo al tamaño de su psique.
Vienen a mi mente los contrapesos, esas personas brillantes por su inteligencia, sabiduría o bondad o todas ellas juntas; ésas que al brillar hacen brillar a otros, esas personas que se rodean de los mejores, simplemente porque no los temen, aprenden con ellos; esos líderes, compañeros o amigos que se alegran por los éxitos y acompañan en los fracasos, esos profesores que no temen que los alumnos se conviertan en maestros, porque ellos mismos ya son «maestros» por ello y se alimentan del reto constante.
Me gustan las personas que crecen haciendo crecer, aprenden haciendo aprender, ésas que se admiran en lo extraordinario, en lo diferente, en lo que sobresale y no se sienten más ni menos que nadie por ello. Y me gustan porque suelen SER y y demuestran en su HACER, no en lo que dicen que son, que eso es fácil. Son esas personas que suman en el día a día, que hacen camino y crean "camas" sin barreras para ellos mismos y los otros, ésos que no hacen ruido en la sofisticación de sus pensamientos libres y potencian a que otros los tengan.
Pienso sinceramente que crear número y masa de estas personas pasa por la creación de esos contextos necesarios para la creación, el pensamiento , la libertad de juicio; esos espacios seguros donde las inseguridades sólo sirvan para poner espejos en los que mirarse y sean el síntoma de humildad necesario cuando el Universo es el límite; esos espacios que no "igualen" a todos en una misma medida, en los que las diferencias individuales sean tenidas en cuenta, en las que la equidad, el mérito y el esfuerzo sea el valor de crecimiento y la envidia se limite a ser impulso para la mejora y no la limitación de otros. Y creo que ello pasa exclusivamente por crear cultura de talento, ésa que esté llena de héroes como Teseo, que enfrenten la mediocridad para crecer, crear y desarrollar más allá de uno mismo.