María Victoria Trigo

La solidaridad menos visible

DH
03 de Noviembre de 2024
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Vaya por delante mi aprecio a cuantas medidas de solidaridad se están tomando con los afectados por la Dana y mi admiración a los voluntarios que de diversos modos, y siempre con encomiable generosidad, regalan tiempo y esfuerzo para ayudar a las víctimas de este zarpazo de la naturaleza, esa fiera herida que cuando se revuelve no escatima en destrozos.

Pero aunque ahora lo prioritario sea la acción inmediata y concreta y la reflexión sea difícil de abordar, sobre todo por quienes sobreviven en el barro y contemplan su futuro como un nido de interrogantes -no tengo palabras para consolar a quienes, además de lo material, han perdido a seres queridos o todavía siguen sin noticias de ellos-, me permito apuntar hacia la solidaridad que no precisa de una catástrofe para activarse.

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Esa solidaridad continuada, muchas veces incomprendida e incluso denostada, es la del activismo medioambiental encabezado por profesionales independientes de intereses políticos que señalan causas de desastres, alertan que el camino del progreso y el bienestar duradero no va por donde marcan la codicia y el continuado maltrato hacia los ecosistemas.

Esa solidaridad menos visible a la que me refiero, es también la de cuantas personas suman su voz para divulgar estos mensajes de cordura en incontables desiertos, para colocarlos en medios de comunicación receptivos a los mismos. Esa solidaridad menos visible es la de las ovejas negras en el manso y resignado rebaño de lo convencional, la de las moscas testiculares en los foros donde se les permite participar. Hay minorías muy lúcidas y valientes, mazos que no reblan, que persisten incólumes al desaliento.

Desde mi humilde posición de ciudadana que no cree que enterrar la vida en asfalto y hormigón la convierta en más grata y condena la prioridad ajena a la ética y a la responsabilidad con que se dilapida dinero público en aras al desarrollismo -pingües beneficios para lo privado-, confieso que es un lujo estar vinculada a colectivos críticos y disconformes con la lapidación de espacios naturales en aras a una falaz habitabilidad o racional explotación.

Hay orgullos que apetece sacar a relucir. Vayamos más allá del donativo puntual -que sí, que es de agradecer- o de llevarnos las manos a la cabeza cuando la debacle que siempre ocurre lejos nos sorprende aterrizando donde nos hallamos.

Vayamos más allá del momento, por favor.

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