Fernando Oliván

La sonrisa del payaso

Comisario Honorario de Policía Nacional
29 de Septiembre de 2023
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En el carnaval de 2003, surgió en España una leyenda urbana que se conoció como “La sonrisa del payaso”. Algunas bandas de jóvenes latinos (según la leyenda) torturaban a otros jóvenes si no accedían a sus peticiones, y les realizaban un corte en ambos lados de los labios. Era la sonrisa macabra de payaso.

No sé por qué, el otro día, viendo la posible investidura del señor Feijóo, me vino a la mente esta leyenda urbana, a la cual en mi época profesional dediqué varias charlas para desmentir tal aberración. Fue como un relámpago que vino a mi mente, cuando observé en la bancada azul sonrisas sarcásticas, efluvios incontenibles y carentes de toda educación y protocolo parlamentario, a la que últimamente nos tienen acostumbrados, los que no han aceptado la derrota de las urnas y que además están dispuestos a pactar con ilegalidades y cualquier otro acuerdo para mantener caliente el “colchón de la Moncloa”.

Me dio pena recordar la leyenda “La sonrisa del payaso”, más por lo de payaso, payasas o payases que por la sonrisa. No hay respeto parlamentario. Desde antes de la transición, durante la transición y después de la transición, los españoles hemos tenido la gran suerte de contar con grandes políticos de todos los colores. Piénsese en el profesor Tierno Galván, Felipe González, Julio Anguita, Fraga Iribarne, Adolfo Suárez, José María Aznar. Cuando asistían al Parlamento, todos se distinguían por el mismo denominador común. Educación, respeto, armonía, y por sus grandes intervenciones en las que nunca hubo insultos, agresiones verbales descalificables, sino todo o contrario. Hasta algún “vocero”, como Alfonso Guerra, sentó doctrina, y ¡ojala! le hubiera enseñado el arte de la vocería, a algún alcalde resentido, maleducado y grosero, además de acabado.

La oratoria parlamentaria actual es peligrosa. Y es peligrosa porque si la ven los jóvenes, los niños, los menos jóvenes no van a aprender nada bueno. Sugiero, a quien le corresponda un curso intensivo de oratoria, educación y respeto dirigido a todos los parlamentarios y obligarlos a que se lo subvencionen.

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