Como complemento del artículo anterior sobre la "Fábrica de relatos", recientemente he podido leer las siguientes frases en un diario de tirada nacional, que van como anillo al dedo: "Se nos utiliza como mercancía en la construcción de los relatos políticos". "Los discursos están bien, pero no se debería legislar sin tener en cuenta los impactos en las personas, en la sociedad y en la empresa".
Pero vamos al grano. Soy consciente de que no es muy elegante aludir a uno mismo. No obstante, en esta ocasión me siento autorizado para escribir sobre el tema de corrupción en base a que, en mi vida profesional, la única vez que despaché a una persona de mi despacho (valga la redundancia) fue motivada por un intento de soborno. A mis compañeros, les decía que la primera vez que cogieran una peseta, posteriormente un euro de caja, para uso propio, para su provecho, era como perder "la virginidad". Una vez se pierde, ya no se puede recuperar. Por principios y por congruencia, despaché a ese cliente.
Por desgracia la corrupción está de permanente actualidad. Al respecto de la corrupción política opino que es "doble pecado". Por la acción en sí, y por el carácter ejemplarizante que se deberían atribuir los políticos. En la sociedad actual, se derivan varias modalidades de corrupción, de perversión, de prevaricación, de lucro, de malversación… No obstante, el abuso de poder en beneficio propio, en vez de buscar el beneficio colectivo, es la más deleznable. ¿Cómo puede definirse que la Ley de la Amnistía se apruebe con un 71% de la opinión pública en contra?
No voy a entrar a valorar la repercusión económica de las diversas acciones y actividades corruptas para la sociedad. No quiero mirar si hay datos al respecto por no enojarme. Reitero y aludo a las diversas modalidades. Desde el actual caso Koldo a algunas contrataciones de obras públicas y civiles, al absentismo laboral, a las actuaciones de algunos profesionales, al aprovechamiento de determinadas ayudas y subvenciones, al fraude fiscal… Al respecto de la economía sumergida, si que parece que está cuantificada. Los últimos datos apuntan a que representa el 24% del PIB. Ocupamos el tercer puesto del ranking europeo.
Y al hilo de lo expuesto, me pregunto: ¿Es corrupta la persona, o es corrupta la sociedad? ¿O ambas? Sobre esta cuestión, se planteó un debate en un grupo de Facebook, al que tengo el privilegio de pertenecer. Destaco algunas de las opiniones:
"El político corrupto se hace poco a poco, como un cocido".
"Nadie se vuelve corrupto en el cargo público. Se necesita ser corrupto antes de tomar el cargo"
"Es cierto y verdad que hay mucha gente que no es corrupta porque no ha tenido ocasión. Por eso es tan importante contar con un buen sistema judicial. Las penas deberían ser importantes y ejemplarizantes".
"Los políticos ponen al lobo a vigilar el rebaño".
"Teniendo en cuenta que la sociedad la conforman personas… diría que las personas".
"La persona corrupta necesita de una sociedad corrupta que justifique su acción. El corrupto se rodea de corruptos, se deben silencio entre sí… y justificación".
"Me cuesta concretar, creo en la persona por definición. ¿Y en la sociedad? Tengo mis dudas. Creo que es injusto globalizar, pero oligarcas y caciques, son la base de corrupción"
"La corrupción es inmoral y sólo las personas tienen capacidad moral. Son las personas las que crean estructuras que empujan a ser corrupto u honesto"
"Mayoritariamente ambas" ¿Y, ustedes que opinan?
Recientemente se publicó el Mapa de Corrupción Mundial. España, ocupa el puesto 36 de 180 países. No puedo finalizar de otra manera que indicando que es fundamental que se tomen medidas contundentes y eficientes para erradicar la corrupción en nuestro país. No solo afecta negativamente en la economía y el bienestar social, se pierde la confianza y la credibilidad en las instituciones y en el sistema político.
Sistema político e institucional que, como he mencionado anteriormente, debe actuar y ser ejemplarizante. Solo a través de la educación y de un compromiso real por parte de todos podremos construir un futuro más honrado, justo y transparente. ¿Recuerdan mi reciente artículo "Soy socialmente responsable"? Sin duda, España es el país más rico del mundo. Pero no olvidemos que Felipe II, en la segunda mitad del siglo XVI, reinaba para la cuarta parte de la población mundial.