Si hacemos la prueba de cuántos concejales aragoneses, a los que se supone que les interesa algo más que trepar en el partido, saben quién es Gracián o entonar un verso de una canción de Labordeta, condiciones morales indispensables para tomar posesión del cargo, con qué tanto por ciento de políticos menos nos quedaríamos.
La mayor parte es que ni saben lo que se les pasa a la firma porque no lo entienden, pero se consideran algo y tibiamente aragoneses. Los comerciales del derecho e ingenieros de las fotovoltaicas los tratan de puta madre y les animan para seguir en el cargo…
A estos aragoneses representativos (con mandato ídem e imperativo del primero con quien puedan quedar fetén), mediocres porque están en la media y consumidores de fútbol, sábados en Puerto Venecia aunque programan teatro en su pueblo, despedidas de solteros con pollas en la cabeza o tetas en pecho peludo, capeas en Salamanca y estas cosas de las que no se pueden quedar atrás la mayoría absoluta de milenials. Con sus excepciones vintage, urbanitas de Zaragoza salidos de Portobello Road y una película moñas de Hugh Grant. Ciudadanos de ese mundo.
Todos ellos necesitan 2.000 euros para las pre bodas y que luego no se pueden ir una semana a Ibiza a pulírselos en agosto.
Ayer domingo repusieron en la 2 el “Imprescindibles” dedicau a Labordeta. En que le glosan y loan los de su generación de Casa Emilio (todos ya muertos), su mujer y cómo no la dupla Jiménez Losantos-Kase O, que no son ni los dos Aragón, uno te robará qué corazón.
Eso sí, mi excepción siempre de verdad: qué gran calidez permanente la de Joaquín Carbonell, qué irónico sentido del humor y duda kantiana le metió al reportaje.
Lo presencié sin saber que lo reponían y nuevamente me fui roto a dormir. Especialmente por la revisión que en el mismo se hace de su serie de reportajes de “Un País en la Mochila”, en que superó en humanidad a las correrías de Cela y se aproximó a un Josep Pla nunca cascarriabas, siempre entristecido y distante. Revisando el paisaje extremeño o asturiano de esas comarcas ya en los 90 sin jóvenes con los ojos con las cataratas de la despoblación aragonesa.
Si ciertas personas en Aragón tuvieron lo que se dice alma, que para qué nos ha servido es otra cosa, fueron las y los de la generación de Andalán y Labordeta. Actuales profetas del liberalismo, aquellos becarios, hijos de represaliados republicanos pero que por lo que sea no se fueron a México (en francés, collabo). Y que tanto tapón siguen haciendo.
Muy emotivos me parecieron dos momentos: en uno yo todavía era un niño al que empezaban a educar en la asignatura de “Formación Política y Social” que se impartía al alimón que “Religión” en todos los colegios, valga la contradicción. Fue el mitin de Tierno Galván pidiendo el voto para el Partido Socialista Aragonés de junio de 1977 –de Unidad Socialista- en que se le recibió con decenas de miles de personas gritando a cuerdas vocales partidas como de joteros que apagan la voz del inquietante viejo profesor, y de todas las procedencias pero especialmente turolenses, “Aragón, Aragón…”
Se nos negaba entonces el agua que hasta mi generación defendimos para después enfriar granjas de datos a las que habría que poner un 20% de arancel (ah no, que son irlandeses en su bandera pirata), producir cochinos catalanes en Épila (al menos cuatribarraus sin estrellica), regar el secano entre Bujaraloz y Sástago para fincas de fondos de inversión y producir nieve artificial en días a 10 grados de máxima de invierno en Panticosa, pero creíamos que el agua era nuestra de corazón, que serviría para contener la despoblación de Berdún con un polígono industrial y que volvieran los de Barcelona (muchas risas enlatadas) y no para que se la bebieran los del catalán en retroceso, votos que se disputan todas las opciones supremacistas de izquierdas y derechas: la emigración latina y musulmana de Barcelona y de Salt.
Serrat callando.
Está claro que muchos de los que gritaban Aragón después se relajaron y que, como dijo el intimísimo cantautor extremeño proletario Luis Pastor (un Robe de Extremoduro avant la lettre), pese a que la condición aragonesa y el dolor por su total emigración la representó la poesía cantada de Labordeta más que el presidente Marraco como la valenciana lo hacía Raimon mucho más que Lerma, le terminamos negando. Manteniéndolo como símbolo, papel en que se notaba que se encontraba de mala hostia.
Labordeta es que era grunge, lo que más me gustó de revisar el reportaje es que mi madre nonagenaria se durmió cuando se abordó en el documental el citado mitin y solo me preguntó antes si la señora que salía tanto era su mujer (Labordeta humanizado pasado por el Sálvame o la reconsideración del principio “una mujer, un voto”, y por qué nunca le he preparado la papeleta) y cuando el citado Luis Pastor mentó que el Abuelo le recordaba a Johnny Cash, seco y sin concesiones en el escenario, sin pretender agradar.
Y me vi a mí mismo ensayando idéntico papel, de esta obra de Pirandello que se llama vivir: con raíces o con alas qué mas dará.
En el segundo momento para mí glorioso aparece y se le glosa como el diputado que más iniciativas presentó en la legislatura en que lo fue y sus famosas pugnas como parlamentario intelectual burgués de izquierdas con la bancada del que pescaba el primer salmón asturiano (con sucursal en Sabiñánigo para hacer un presunto aeropuerto en Huesca), obsesionado en su discurso por la injusticia social de los sin voz que no padeció pese a su trayectoria familiar. Como vástago que fue preclaro de cierta élite zaragozana pero tierno, sensible y empático, hasta frágil, presagiando nada bueno para el Aragón vaciado.
País que conoció por cantar tanto y tan bien gratis, y luego ya menos.
Qué no les diría hoy Labordeta a esta sarta de ciborg y mentecatos programados, a la vanidosa con mantilla de la Ayuso, al prepotente del traje azul eléctrico de la Moncloa. Habría que ponerle una camisa de fuerza para que siguiera hablando en nombre de las huertas con cerezos centenarios, de las manos como sarmientos que aún hoy a sus cien años arreglan por rasmia las paredes de los bancales de las huertas de Alpartir, de ese Aragón onírico al que nunca pudo rematar de representar.
Porque los que verdaderamente mandaban fueron sus alumnos Pizarro y Losantos, y Candial y el PSOE a las cajas de Ibercaja y CAI.
Por un momento en mitad de mi desolación, porque todos consideramos a José Antonio algo de nuestra familia, pensé que mi madre en su pre demencia fruto de la edad se despertaba de golpe como en una película de Buñuel, me confesaba que se ha echau novio a sus 91 años, que se va a comprar un Tesla para subir a Berdún y recargarlo directamente en un molino, gritando…
Aramón, Aramón…
Duros del roquedal, sí, de cojón… Más bien con los dedos arrugaus por exceso de remojo en las piscinas con cloro de cada pueblo con subvención.