El delincuente español, perseguido más allá de España, no detenido a despecho de las peticiones de este país, desafía a los que lo persiguen, anuncia el día, la hora y el lugar en que aparecerá en España, y en vez de capturarlo, por fin, le montan un estrado (es indescriptible si no se ve), le colocan buena megafonía, le permiten que insulte a todo el país, le retransmiten por cadenas españolas e internacionales, ven que los colegas que habían ido a buscarle para llevarlo al show del parlamento caminan sin la mínima preocupación de que se hubiese extraviado y, después, desde el cártel de la Moncloa pretenden hacer creer que no sabían nada y actúan como quien está de vacaciones minimizando la gravedad de la huída de un buscado delincuente que les había exigido ignorar y borrar todos sus delitos. Esto es la Omertá. Nadie por muy cenizo que sea puede admitir que sea un simple fallo. Ha sido una desvergonzada tomadura de pelo a todo un país
He buscado en el diccionario un adjetivo para describir este increíble relato y compruebo que ni la refinada elaboración terminológica de los doctos ni la espontaneidad coloquial del pueblo herido de forma humillante había tenido la oportunidad de perfilar un término que semánticamente calificara tan peculiar, exótica, insólita, estrambótica, provocadora, extravagante, bochornosa, estrafalaria fuga, posible por la complicidad descarada.
El ridículo es mundial. El juececillo alemán de provincias que osó revisar al Supremo español ha quedado aliviado, los belgas que no se aclaran con el separatismo de sus tierras del norte y que se negaron colaborar, pueden decir que si los españoles no saben capturarlo que se olviden de ellos, los franceses proclives a considerarse únicos y superiores tienen un motivo más para reafirmarse, los italianos que usan ”catalán” con mensaje despectivo, podrán revisarlo, Suiza… es mejor no hablar de este país-buba… ¡qué bochorno! Los españoles, poco hace, entusiasmados con las hazañas que nos definen como grandes, porque lo somos, esta vez ni gritan ni pueden gritar “español, español, soy español” porque con esta desaparición nada milagrosa, hemos quedado más aturdidos que con cualquier otra tropelía de inspiración barriobajera. En los malintencionados relatos de nuestra gran historia se han suscitado complejos de inferioridad con desfondadas afirmaciones como la perversa acusación de genocidio, el distorsionado relato de la Inquisición, la pretendida obsesión por cazar brujas… El affaire del catalán Puchdemon y Casamajó es de vergüenza ajena, es para desaparecer. Paradójicamente el que es inmune al sentimiento de vergüenza es Sánchéz Pérez-Castejón, porque vivir sin tener vergüenza es coherente a haber perdido el sentimiento de dignidad.
Este engendro que con delirios de grandeza proclamó que pasaría a la historia por haber sacado a Franco del Valle de los Caídos, cuando lo hizo, no tomó nota de la descomunal, acertada, y generalizada indiferencia de los españoles ante su autodefinida sobresaliente hazaña, ni fue consciente de que lo que hizo fue dar cumplimiento a la voluntad del General que había manifestado querer descansar con su esposa. La última que ha generado, la del catalán innombrable es inenarrable, pero realmente histórica. El ex de la exrepublica catalana ha colocado a su compinche Sánchez Pérez-Castejón como facineroso singular, tan sobresaliente como inepto (Soy consiente que tal valoración le trae al pairo. Es inmune al desanimo, pero esta vez por desajuste mental).
Personaje que lamentablemente forma parte de nuestra peor historia, a estas alturas es, sin duda, un engendro desestructurado mentalmente, que como todo neurótico no acepta las cosas como son y que, según los entendidos, está pertrechado con rasgos esquizofrénicos, que lo mantienen en la irrealidad que él se ha formado. Sus rasgos sicóticos evidencian que sus obsesiones de grandeza son amenazantes síntomas de su peligrosidad. Su mente estólida induciría a descartar preocupación, por ser banal, pero hay que suscitar alerta porque han sobreabundado los jefes desestructurados en la historia que consecuentemente han hecho locuras de repercusión irreparable. Sin principios, sin escrúpulos, su pretendida legitimidad democrática es la misma que la de los caciques del siglo XIX, que, por supuesto, despreciará. Estos con un duro (cinco pesetas) o menos, compraban los votos. Al menos era de su pecunio personal. Este infame español, de la galería de infames políticos españoles, compra los votos, con siete tiene bastante, con los recursos ajenos, lo de todos los españoles que se comprometió a administrar. Sin otro principio que hacer política con lo imposible, hay uno que marca su ruta, es el de la connivencia con otros delincuentes por exigencia de la omertà.
Lo tiene claro y va a por ello, este individuo que quiere emular las conquistas de otros generales y capitostes de la historia aspira a ser el primer presidente de la Tercera República. En cualquier momento lo va a vomitar porque se cree preparado para ello. No es uno de los lideres ilustrados es simplemente un paranoico. Pero, cuidado! para ello no dudará en convertir a España en una colonia suministradora de la Cataluña libre. A pesar de forúnculos como este individuo, nuestro país ha sido y es un gran país.