Esta semana los empresarios han rechazado el soborno que Yolanda Díaz les había puesto sobre la mesa para que aceptaran la reducción de la jornada laboral. Ignoro si al final se llevará a cabo el pulso de la Ministra de Trabajo hacia la patronal e impondrá por la fuerza dicha reducción, pero de lo que si puedo estar seguro, es que la responsable de la cartera ministerial acaba de confirmar que esta reducción por ley es mala para la economía.
El “soborno” al que me refiero es un paquete de subvenciones de 6.000 euros a cada empresa de menos de 10 empleados que tengan que contratar a más gente por la reducción de la jornada laboral y bonificación de esos nuevos contratos.
Desde el ministerio y desde algunos sindicatos se alaba la reducción de la jornada laboral y afirman que este paso de cuarenta horas semanales a treinta y siete y media (es decir trabajar cada día una jornada de siete horas y media) incrementará la productividad de las empresas. Esto se sustenta en la idea de que la última media hora de nuestro trabajo no es útil. Según estos pensadores estamos tan cansados que no somos productivos, pero que si la quitamos la productividad subirá, porque en menos tiempo haremos el mismo trabajo que en ocho.
Si la teoría que sustentan desde el ministerio es cierta, tengo dos preguntas:
- ¿Por qué los empresarios querrían tenernos ocho horas si producimos lo mismo en siete horas y media?
- Si de verdad somos más productivos ¿Por qué debe el ministerio dar un paquete de subvenciones?
Respecto a la primera pregunta no pienso responderla pues cada empresario es distinto, pero lo que no son es estúpidos. Nadie va a tener a una persona trabajando ocho horas si la última media hora no le es útil.
La clave está en la segunda pregunta, ahí está el quid de la cuestión. Si, como afirma la ministra, somos más productivos trabajando menos ¿Por qué habrían de contratar a más gente las empresas? En teoría, con las mismas personas trabajando menos horas, las empresas de menos de diez trabajadores conseguirían mejores resultados.
Por lo tanto, no hay necesidad de ayudas, a menos que Yolanda Díaz sepa que el tejido industrial español está compuesto de pequeñas y medianas empresas en el sector servicios, donde lo que importa es la atención al cliente. Si se reduce por ley la jornada el empresario tendrá dos opciones, o pagar horas extras a los trabajadores o contratar a más personas. Si paga horas extras no tendrá la ayuda de 6.000 euros y la bonificación del ministerio, pero en cambio, si contrata a una persona, le sale más barato en el corto plazo porque se lo subvenciona el Estado (es decir, todos nosotros).
Por lo tanto ¿cuál era la jugada desde el ministerio de trabajo? Maquillar los datos del mercado laboral. Una reducción de la jornada laboral es un incremento salarial encubierto y la necesidad de cubrir esas horas provocaría un incremento en la creación de empleos, pero son empleos artificiales (sin la ayuda estatal nunca se llevarían a cabo).
Si todo le hubiera salido bien a Yolanda, las estadísticas del mercado laboral hubieran mejorado todo a base de mentiras y a la par hubiera creado una economía zombi.