Asier de la Iglesia, natural de Guipúzcoa, fue jugador profesional de baloncesto entre los 18 y los 29 años. Pasó por equipos de Murcia, Castellón, Valencia y Santander. Le gustaba cambiar de cada temporada porque, según cuenta, no concebía el deporte como una rutina, sino como una forma de vida. Mientras otros valoraban contratos largos y estabilidad, él prefería disfrutar del baloncesto como una aventura, una forma de descubrir lugares, personas y culturas distintas.
A los 29 años, sin previo aviso, su vida dio un vuelco. Un día se dio cuenta de que no podía accionar el mando a distancia de la tele y empezó a notar síntomas como mareos, pies y manos dormidos y una fatiga que no era normal. Tras varios días de incertidumbre, fue derivado al hospital y, finalmente, diagnosticado de esclerosis múltiple. Iba mentalmente preparado: sabía que algo no estaba bien, y conocer el diagnóstico, por duro que fuera, le dio una forma de afrontar lo que venía. Ha recordado con claridad cómo le comunicaron la noticia y cómo cambió todo desde entonces.
Pero lo que realmente le transformó no fue solo el diagnóstico, ni siquiera las secuelas de esta dolencia. "Me di cuenta de la necesidad de dar voz a la gente con la enfermedad", de mostrar las barreras que existían en la búsqueda de trabajo, de la importancia de la investigación. Por eso, los últimos años ha centrado su energía en "acercar la esclerosis múltiple a todo tipo de personas y que la gente lo intente llevar lo mejor posible".
Asier de la Iglesia ha impartido este viernes una charla de concienciación y motivacional en el salón de actos de la Caja Rural, organizada por la Asociación Oscense de Esclerosis Múltiple (AODEM). Su presidenta, Peña Hernando, le ha dado la bienvenida.

Asier de la Iglesia ha insistido mucho en que el momento del diagnóstico es clave."Cuando tú sabes de una problemática y conoces esa problemática", todo cambia. Ha admitido que la mayoría de la gente, cuando oye por primera vez el nombre de la enfermedad, se asusta, investiga en internet y se encuentra con los peores escenarios. Por eso ha recomendado evitar foros o redes sociales sin control y acudir a los especialistas en la materia de tu provincia. Para él, el conocimiento es la primera herramienta para la aceptación.
También ha recalcado el progreso médico que se ha experimentado en los últimos tiempos. Hace 25 o 30 años, ha señalado, no había tratamiento alguno. Hay, en cambio, la esclerosis múltiple es la enfermedad neurológica más investigada del mundo y muchas personas llevan una vida prácticamente normal. Aunque sigue habiendo casos graves, la evolución de la enfermedad ya no implica necesariamente acabar en una silla de ruedas o en una cama.
Lo que más le ha dolido en ese proceso no fue el aspecto físico, sino el cambio en la mirada de los demás. Eso le afectó, por ejemplo, en el terreno profesional. Aunque seguía jugando bien, hubo equipos que dejaron de interesarse por él cuando supieron su diagnóstico.Por ello, asegura que no fue la enfermedad lo que lo sacó del baloncesto, sino los prejuicios ajenos. "Hay una reticencia a contratrar a las personas en los trabajos, incluso cuando su rendimiento es bueno", ha indicado.

Ha subrayado que muchas veces los que más dudas expresan son quienes menos conocen la enfermedad. Afortunadamente, en su entorno nunca tuvo que dar grandes explicaciones. Su familia entendió que seguía siendo él mismo porque no dejó de hacer lo que amaba: salir con amigos, jugar, sonreír.
En sus charlas, tiene claro su propósito: no inspirar desde la lástima, sino desde la naturalidad. "Hablo como si estuviese en una barra de un bar con un amigo, tomándome algo", ha explicado. Le gusta que la gente se lo pase bien, que se entretenga, que ría, pero que también se lleve algo en qué pensar. No lleva un guion preparado, simplemente habla de lo que siente en ese momento. Su objetivo no es que lo vean como un ejemplo de superación, sino que comprendan que se puede convivir con la enfermedad desde la autenticidad.