“Hola, quiero comunicaros una decisión muy importante para mi: el 11 del 11 cumplo 65 años y, después de darle muchas vueltas, he tomado una de las decisiones más difíciles de mi vida: me jubilo a finales de diciembre”.
Con estas palabras comenzaba un mensaje de despedida de una de las comerciantes más carismáticas de la ciudad de Huesca, Rosa Casals, que ha anunciado a clientes y amigos este martes el paso que va a dar y la noticia le ha devuelto, como un bumerán, todo el afecto que ha sembrado, no sólo en la calle donde se ubica su negocio de interiorismo, Ramiro el Monje, más conocida como la Correría, sino también en el resto de la ciudad.
Ha reconocido después, que, a pesar de ese momento, el wasap no ha dejado de recibir mensajes. “Yo no esperaba esto, sí que la gente me diera la enhorabuena, pero las cosas tan bonitas que me han llegado a decir, es algo que yo no lo voy a poder olvidar nunca, nunca. Además, se les nota que me lo dicen sinceramente, es algo precioso. Vaya final de carrera profesional con todo esto. Bueno, como que casi da gusto jubilarse por oír todo lo que me están diciendo”, ha bromeado en medio de la emoción.
Tomó la decisión este fin de semana y admite que no ha sido fácil. Para ella, “ir a trabajar siempre ha sido un placer”, lo que considera “un lujo”, pero consideró que había llegado el momento de cerrar una etapa y comenzar otra nueva. “Para mi el trabajo lo ha sido todo, me ha dado unas alegrías tan grandes y también me ha dado disgustos y rompimientos de cabeza. Pero yo le he echado alma, corazón y vida, no me han importado las horas que haya tenido que estar con cada cliente, aunque supiera que no me iba a comprar, yo consideraba que tenía que ayudarle”.
Rosa Casals siempre ha estado vinculada al comercio, al que comenzó a dedicarse por pura vocación. Dejó los estudios para ponerse “a vender”, que era lo que le gustaba, y fue dependienta en una tienda de ropa hasta que cerró, después en una zapatería hasta que nació su hija, Clara, y finalmente trabajó en la bodega familiar. Tras fallecer su padre, abrió su propio negocio el 22 de abril de 1990.
Primero se dedicó exclusivamente al regalo, al advertir que había una carencia de este tipo de comercios en Huesca, y fue muy generosa con los envoltorios y las presentaciones. “Me siento muy orgullosa, porque la gente los va a recordar siempre”, admite.
En su última etapa laboral, se ha dedicado a la decoración, influenciada por su hija, Clara, que trabaja en este sector y ante la creciente demanda del mercado. “La gente nos pedía que fuéramos a sus casas, que las viéramos y les preparásemos un proyecto. Ahí hemos tenido un gran éxito, porque han confiado mucho en nosotras. Es muy difícil vender un sofá sin que el cliente se haya sentado en él y lo hemos hecho”, asegura.
Buena parte de ese éxito se debe a que Rosa Casals ha invertido mucho tiempo en formarse y adaptarse a la evolución de los tiempos, a su propio gusto innato y, por supuesto, a su acogedora forma de ser.
También atribuye buena parte de sus logros a su compañera de fatigas, Belén Ollés, que lleva en la tienda con ella 25 años. “Ha sido un apoyo muy importante. Belén ha sido mi todo, porque ha puesto cabeza y orden, ha sido más pausada y me ha hecho ver las cosas”.
Charlamos en la crepería de la Calle Goya y, cuando nos dirigimos a la tienda, los vecinos le saludan y le dan la enhorabuena. El teléfono no para de sonar o de emitir los sonidos propios de cuando llega un mensaje. “He estado toda la mañana llorando -confiesa, pero bueno, como también estoy viviendo aquí, en el barrio, voy a seguir estando”.
Le gustaría que la tienda siguiera abierta, pero no le ha dado tiempo a plantearse nada. La va a echar de menos, con todo lo que significa, y cree que habrá momentos en los que lo pasará muy mal, pero también promete que va a tratar “de sacarle todo lo bueno” a su nueva situación.
Y aunque no ha hecho ningún plan de futuro, tiene muy claro que seguirá bajando a desayunar todas las mañanas a las 8:30, para juntarse con la pandilla, y echar unas risas, y tratar de arreglar el mundo. “Que no tenemos faena”, exclama.
Y estar con su familia y con su nieto, Alejandro, que está feliz al saber que dispondrá de más tiempo para compartir con su abuela, y con sus amigos. Y de entre todas las personas que le rodean, disfrutar de la compañía de la persona que siempre ha tenido a su lado, su máximo referente a todos los niveles, su esposo, José Luis. “Yo creo que sin mi marido no hubiera llegado a nada, de eso estoy completamente segura. Él me ha dado la fuerza para todo. Ya le he dicho muchas veces que él ha sido la persona más importante de mi vida. Va por ti, José Luis”.