José María Cabrero Bastarás, el cura Cabrero, rompe moldes a golpe de humildad, entrega, servicio y alguna que otra jota. En el secreto mejor guardado, como el de la fórmula de la Coca Cola, se supone que también habrá algunas briznas de inspiración divina que le asiste cuando tiene que oficiar, pongamos, siete misas diarias.
Pero es que el cura Cabrero ha sorteado un refrán, aquel que asegura que nadie es profeta en su tierra. Este viernes, en Siétamo, no ha oficiado el bueno de José María, sino otro bueno, su admirador Ignacio Almudévar que ha ejercido de conductor por la vida del sacerdote más popular en un programa de actos que ha desembocado en un doble reconocimiento: el nombramiento como Hijo Predilecto de Siétamo y el bautizo de la zona deportiva en la que tantos pelotazos dio como rocoso futbolero que fue en su bisoñez.
El acto del viernes ha sido sencillo y emocionante. Ahí ha habido palabras de seda del propio Ignacio, narrador de las peripecias de infancia, de juventud y madurez de José María Cabrero. Y luego del alcalde de Siétamo, José María Loscertales, que tenía el orgullo y el honor de materializar lo que dejó preparado su predecesor, el nombramiento de Hijo Predilecto de la misma villa que con tal título coronó a todo un cardenal como Antonio María Javierre, dos dignidades por derecho y por hecho. Y la de Alquézar, Ana Blasco, junto con Mariano Altemir, reivindicó un trocito de la humanidad y la trascendentalidad cura Cabrero para su localidad, 46 años de sacerdocio mediante.
Y el obispo de Huesca, don Julián Ruiz Martorell, se ha sumado con su prosa fácil y profunda al homenaje a un cura de su Diócesis que es un ejemplo para todos por su entrega, por aspectos como la conservación y recuperación del patrimonio, y por su cercanía a los feligreses de tantos y tantos pueblos.
Y la tarde fluía y se trasladaban todos a la zona deportiva para renombrar ese lugar de buenos valores en reconocimiento del apego deportivo de José María Cabrero, que, por cierto, se ha llevado una sorpresa mayúscula con un obsequio para él emocionante: una camiseta del Athletic de Bilbao, de su Athletic, firmada por todos los jugadores de la actual plantilla. Y, a todo esto, no cabía mayor simbología, porque ahí iban y venían las interpretaciones de dos grandes de la jota, Óscar Badía y Mercedes Budios, el primero que se había iniciado en la escuela jotera de Bolea que a su vez fue primer destino pastoral de Cabrero.
Y ya, puestas en flor todas las emociones, era el momento de hablar de su libro. Del que genialmente ha escrito José Antonio Adella con su profundidad histórica y con el testimonio de muchos amigos que del cura Cabrero han sido. Porque José María sí es profeta en su tierra. Y así queda sellado, en este viernes 4 de agosto de 2023, para la eternidad.