Eric Guardamino, la fortaleza ante la adversidad anclada en la fe y el compromiso

El joven peruano de 39 años, trasplantado de riñón, preside Alcer y ofrece su voluntariado al Club Baloncesto Peñas entre otros servicios a la comunidad

28 de Diciembre de 2023
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Eric y Rocío, con sus hijos en la Iglesia de Santiago
Eric y Rocío, con sus hijos en la Iglesia de Santiago

Eric Guardamino se ha convertido en uno de los personajes imprescindibles de la Huesca diversa de hoy. Peruano de Lima, con 39 años de edad, ingeniero de Sistemas, fue la tecnología la que le trajo hasta España hasta llegar a la ciudad en la que ha echado raíces y en la que su voluntariado le ha llevado a la presidencia de Alcer y un puesto crucial en la "sala de máquinas" del Club Baloncesto Peñas.

Eric, casado con Rocío con la que ha concebido cuatro hermosas criaturas (Manuel, Fátima, Santiago y Ana María), desafió la ley de la comodidad hace casi tres lustros. Trabajaba en el sector tecnológico y vivía confortablemente, se había casado con 21 años con Rocío (profesora de Educación Especial) y su presente estaba aposentado en la capital peruana donde su familia regentaba un negocio de distribución y alimentación.

No le seducía especialmente la idea, pero su empresa, Elecnor, necesitaba ingenieros en España: "Ve, prueba seis meses y luego ya hablaremos", vino a ser la propuesta. el 27 de enero de 2007 aterrizó en España. Y de Barcelona a Gerona, día de Navidad. La "hostilidad" idiomática dificultó su convivencia y su jefe le trasladó nuevamente a la ciudad condal, y de allí a Zaragoza. Le dieron a escoger y lo hizo por el baloncesto.

Garrapinillos y Utebo fueron sus destinos. Sentía nostalgia de su mujer y de su hijo, nacido año y medio antes. El reencuentro fue feliz. Asumía trabajos en el Pirineo y viajaba con Rocío. Precisamente, esta afición de su mujer les atrajo hasta Huesca. Fue ella la que, tras varias estancias en nuestra capital, propició que pidiera la capital oscense como destino, a punto de nacer su segundo retoño, Fátima. La proximidad de las montañas fue determinante.

Por aquel entonces, comenzó a sentir un cierto malestar de salud al que no daba mayor importancia. Jugando a fútbol un fin de semana, se golpeó la cabeza y fue chequeado. Le vio un nefrólogo, los resultados de las pruebas eran "raros". El 26 de abril, hace catorce años, le hicieron una biopsia. A la inquietud, le siguió el diagnóstico: tuberculosis renal. Una extrañeza. La había contraído por contagio con un compañero de trabajo que tenía una tuberculosis pulmonar. La 'normal'. O la más habitual, si se quiere.

Tardó nueve o diez meses en erradicarla. El "palo gordo" fue cuando le comunicaron que era paciente renal, que padecía insuficiencia renal. En todo caso, continuó con su vida y su trabajo, escalando hasta puestos "muy buenos económicamente". Sin embargo, durante ocho o nueve años, la enfermedad le iba deteriorando. Entró en contacto con Alcer.

Tras una neumonía muy fuerte, hubo de enfrentar la primera sesión de diálisis. Los planes laborales se desmoronaban. "En la diálisis veía a muchísima gente que padecía la enfermedad y era muy duro". Encontró la fuerza a través de la fe. "La comunidad de la Parroquia de Santiago y Luis Gurrucharri, que para mí ha sido como otro padre, nos dieron fuerza en esos momentos difíciles".

La tentación de volver a su país era muy fuerte. En Perú estaba su familia y aquí afrontaba la adversidad exclusivamente en el núcleo de Rocío y sus hijos. Pero la parroquia le permitió "conocer a mucha gente, personas que me han hecho sentir que son mi verdadera familia. Antes no tenía comidas familiares. Aunque somos católicos, yo estaba enfadado con Dios porque mi madre había muerto". Reflexionó, "si Dios nos trae hasta aquí y encontramos a hermanos, amigos y figuras como padres y madres, me quedaré aquí". La halló con personas como Alfonso Ramos y su esposa Pilar, y con Luis Gurrucharri como figura paternal. Personas con las que "comparto la fe".

Su padre le visitó varias veces, y viajaron por España, Francia e Italia. Falleció en la pandemia de coronavirus.

EL TRASPLANTE Y EL BALONCESTO

Hoy, cuatro años después del trasplante de riñón, tras dos rechazos y con continuos ingresos en el hospital, no puede trabajar y, sin embargo... "Todos los días te levantas con la misma fuerza". Le ha ayudado Alcer. Acudió a la asamblea de 2019 y anunció: "Yo creo que os puedo ayudar. Tenía tiempo, ganas y energía". Desde que asumió la presidencia y la gerencia -por la misma remuneración, la propia de los voluntarios, pasó de 115 a 185 socios. Ha profesionalizado la asociación, que cuenta con trabajador social, psicóloga, nutricionista, administrativa y psicoterapeuta.

Su implicación social crecía. Integró la Cofradía de Santiago y vivió con más intensidad la Semana Santa oscense. Incluso hubo una en la que pidió el alta anticipada del hospital para acudir a la Procesión del Santo Entierro.

Su otra pasión es el baloncesto. Cuando llegó a España, seguía al CAI y un partido al Palacio de los Deportes de Huesca le convirtió en aficionado del Peñas, al que se abonó. Admiraba el trabajo en la cantera y ofreció a Antonio Orús, entonces presidente, su ayuda voluntaria, que ha seguido con Fernando Lascorz. Se involucró hasta los tuétanos en "Vuelve la Magia", el homenaje a las estrellas de la época dorada peñista en ACB, en colaboración con Roberto Cajal y Alberto Carbonell. Sus conocimientos de informática ayudan con su voluntariado en la profesionalización del club.

Disfruta intensamente la Navidad. Siguiendo la influencia estadounidense en Perú, cena en Nochebuena el gran pavo que hacen al horno. La velada es larga y comienza con la Misa del Gallo. Eric mira orgulloso a Manuel, que estudia en el Conservatorio y toca el contrabajo. Tras la vuelta a casa y la cena, abrir los regalos es el preludio a una prolongada noche de alegría y gratitud, hasta las cinco o las seis de la mañana.

Dedican la mañana de Navidad a pasear, a visitar a amigos, a patinar en la Plaza Luis López Allué...

El día de Año Nuevo, ha sido costumbre en la familia tirarse con trineos en Formigal. Curioso contraste el de Eric y Rocío, acostumbrados en estas fechas a los 35 grados de Lima. No faltan las visitas "a las monjitas de Santa Clara". Los Guardamino han creado su propia comunidad sobre la empatía, el afecto y la fe. Y se han convertido en un ejemplo de la fortaleza humana para convertir la adversidad en una oportunidad de servicio a la sociedad. Que Dios les premie porque lo merecen como nadie. Conocerles es una fortuna.

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