El doctor Manel Sánchez Pérez, psiquiatra y presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría (SEPG), ha impartido este jueves, 12 de septiembre, una conferencia sobre el suicidio, donde se ha aborado si "Es el deseo de morir un pensamiento racional o emocional, título de esta cita que, en su opinión, "sugiere una dicotomía que no refleja del todo la realidad" pero puede dar pie a un interesante debate. Y así ha sido.
Ha estado acompañado por Javier Olivera Pueyo, psiquiatra y médico de familia, jefe de Sección de Rehabilitación de Salud Mental del CRP Santo Cristo de los Milagros y vicepresidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría, y el evento se ha desarrollado en el salón de actos de la Diputación Provincial de Huesca, a las 19:00 horas.
Manel Sánchez, en una entrevista previa con el Diario de Huesca, ha expxlicado que el proceso mental relacionado con la muerte puede estar influenciado por ambos aspectos. "La diferencia radica en la capacidad de una persona para construir ese pensamiento de manera fría o racional, o en qué medida puede estar interferido por un estado emocional que puede llegar a ser patológico", afirma.
El especialista apunta que existen situaciones extremas donde esta distinción es más clara. Por ejemplo, en casos de depresión grave, el deseo de morir puede considerarse un síntoma inherente a la enfermedad.
Por otro lado, Sánchez se refiere a situaciones en las que la muerte es aceptada como consecuencia de actos altruistas o heroicos, como en la guerra o cuando alguien arriesga su vida para salvar a otros. "Aunque se acepte la posibilidad de morir, no siempre se busca la muerte directamente. No tenemos ninguna dificultad para admitir que esa persona ha decidido racionalmente aceptar la muerte", añade.
El debate se complica cuando se analizan situaciones intermedias, donde la interferencia emocional es considerable. Sánchez menciona que, en la población joven, muchos intentos de suicidio, especialmente en contextos de conflictos sentimentales, se deben a impulsos emocionales intensos. "En esos momentos, puede haber un deseo real, aunque muy interferido emocionalmente, de morir", explica.
El psiquiatra recuerda que el suicidio "no es un tema nuevo", ha sido parte de la historia humana desde tiempos remotos. Sin embargo, algunas situaciones recientes, como la aprobación de la ley de eutanasia en España, han reabierto el debate sobre la capacidad de las personas para tomar decisiones racionales en situaciones extremas.
Agrega que uno de los requisitos para la aplicación de la eutanasia es que la persona pueda tomar la decisión con claridad mental. Sin embargo, destaca la complejidad de algunos casos, como los de personas con enfermedades mentales o los menores de edad.
"No resulta sencillo medir el grado de lucidez o de ofuscación" en ese momento
Y es que "no resulta sencillo medir el grado de lucidez o de ofuscación del individuo" en el momento de realizar esa acción. "Hay personas que pueden estar barruntando la idea desde hace tiempo, pero hay un punto crítico, como nuevas frustraciones o peticiones de ayuda no respondidas, a partir del cual se genera con más intensidad este tipo de pensamiento de que la vida no vale la pena y puede precipitar el acto suicida", explica.
Sin embargo, factores externos, como la intervención de un ser querido, ver una fotografía o una llamada inesperada, pueden hacer que la persona desista en el último momento.
Este dilema sobre el nivel de racionalidad en el momento decisivo es extremadamente difícil de evaluar. Según Sánchez, "la mayoría de los casos se llevan ese secreto a la tumba", ya que muchos actos suicidas se cometen en soledad, lo que hace aún más complicado saber si la persona estaba lúcida o sumida en la confusión emocional en ese momento.
Y aunque los motivos pueden estar asociados a una enfermedad mental, también pueden surgir por otras situaciones. "Ahora hay un tipo de escenario, llamémosle así, en el cual están surgiendo pensamientos de muerte con cierta frecuencia y que hace unos años no veíamos tanto, que son las personas que sobreviven con enfermedades crónicas graves incapacitantes. En la época de nuestros abuelos, antes de que una persona pudiera generar un deseo de morir, la propia enfermedad ya se lo había llevado por delante. Siempre ha habido casos de gente que ha tenido que vivir muchos años con grandes limitaciones, pero no tantas como ahora".
En estos casos, la prolongación de la vida en condiciones difíciles puede dar lugar a un tipo de pensamiento de muerte que no necesariamente se equipara al suicidio en su forma clásica y parece basarse la decisión un mayor contenido de racionalidad.
Sánchez explica que la intervención en este tipo de situaciones no se basa únicamente en criterios profesionales, sino que también está influenciada por los valores personales, y destaca la importancia de explorar no solo la intensidad y consistencia del pensamiento suicida, sino también las razones para vivir que podría tener el paciente que lo está pasando mal, porque esto puede ayudar a desactivar la idea de quitarse la vida. "Cuando una persona toma esta decisión como su única salida entra en un proceso de tunelización en el que sólo ve esa cuestión, se va concentrando en ese pensamiento y pierde su visión periférica de la realidad. Cuando se le ayuda a recuperarla y se da cuenta de que puede tener otras consecuencias y afectar a otras personas, puede llegar a desistir. Como dice esa famosa frase, El suicidio es una solución eterna para un problema temporal. Todos conocemos a personas que han estado al borde del suicidio y cuando la situación se ha resuelto, ha mejorado o se ha encauzado, han desistido e incluso lo han visto como una monstruosidad, aunque en su momento lo hubieran llegado a tener tan claro".
"El afrontamiento de la adversidad en los jóvenes está menos construido que el de sus abuelos"
Al reflexionar sobre la población joven, Sánchez considera que los factores suelen estar relacionados con otros condicionantes sociológicos o vinculados al consumo de sustancias. También señala que la filosofía de vida que se va implementando en las nuevas generaciones ha cambiado significativamente en comparación con las anteriores, "y el afrontamiento de la adversidad está mucho menos construido que, probablemente, el de los abuelos de estos chicos. Y no sólo por las situaciones extremas que vivieron, como la guerra, sino por lo que ahora se llama la cultura del esfuerzo".
Sánchez subraya que algunos factores, como las altas tasas de desempleo, la precariedad económica y la dificultad de acceso a una vivienda, "no son la causa directa", pero contribuyen al disconfort con el que pueden vivir la vida los jóvenes y afectan a sus expectativas. "Son puntos finales similares para todos, pero el recorrido es distinto", agrega.
Imaginar un mundo sin suicidios es para Manel Sánchez "una utopía", porque "está muy unido a la condición humana", pero el psiquiatra observa que, aunque se llegue a debatir sobre la racionalidad de este acto o de considerarlo una opción libre de la persona, "la realidad es que la mayoría de las personas que lo cometen tienen enfermedades mentales y la mitad de ellas no estaban recibiendo el tratamiento que necesitan".
"Una persona que tiene una hemorragia y no se le ayuda a contenerla, se va a morir desangrada; y una personas con un trastorno mental agudo, si no se le trata, una de las complicaciones, que es el suicidio, probablemente va a acabar apareciendo. Nos queda muchísimo por hacer, desde luego".