Jóvenes vascos y la Cruz Blanca: un intercambio generacional en Huesca en el que todos ganan

Un grupo de 34 chicos y chicas pasa unos días en la Casa Familiar, donde comparten experiencias y actividades

22 de Julio de 2024
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Jóvenes de Vitoria y la Cruz Blanca de Huesca

Un grupo de 34 jóvenes de 17 y 18 años de la Asociación Elkarbidea de Vitoria, acompañados por cuatro monitores – Nora Velasco, Lucía García, Maialen Mirandona y Ander Jordana – ha traído una ráfaga de energía y alegría a la Casa Familiar San Lorenzo de la Cruz Blanca para participar en un intercambio intergeneracional que revitaliza a los residentes de esta institución, pero también enriquece a los jóvenes, acercándoles a realidades que no suelen experimentar en su vida cotidiana.

La Casa de la Cruz Blanca, dirigida por Ana Gota, es un refugio para personas que afrontan diversas adversidades: desde las secuelas de las drogas y de enfermedades incurables como el sida, hasta trastornos mentales, diversidad funcional, pluridiscapacidades, experiencias en prisión y prostitución. Los residentes, que a menudo carecen de una red social de apoyo, encuentran un espacio acogedor.

Ana Gota rememora los inicios de esta actividad, que comenzó ya hace varios años por la inquietud de Cruz Blanca de que sus usuarios vivan integrados en la sociedad. "En aquellos años, trabajábamos con la Fundación Cruz Blanca en proyectos de Cooperación Internacional. Había voluntarios de Huesca que iban a los proyectos que teníamos en Tánger”, rememora.

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Pronto se dieron cuenta, de que sería muy interesante para otras personas conocer el propio entorno de la Cruz Blanca y decidieron abrir las puertas de la casa familiar a voluntarios foráneos. Los primeros en llegar fueron de Valencia.

La presencia de los estudiantes vascos desde el 15 de julio ha sido una bendición para los residentes de la Cruz Blanca. Durante su estancia de diez días, hasta el 25 de julio, los jóvenes se involucran en diversas actividades junto a los residentes y la atención constante y desinteresada que les prestan estos voluntarios les hace sentir escuchados y valorados.

Intercambio generacional de jóvenes de Vitoria con la Cruz Blanca de Huesca. Foto Myriam Martínez
Actividad en el Parque Miguel Servet. Foto Myriam Martínez

Irene Conte, trabajadora social en la Casa familiar San Lorenzo desde 2006 y coordinadora del área social, y destaca la importancia de estas visitas. “Les dan un montón de energía a nuestros residentes, no dejan de ser personas jóvenes que transmiten mucha vitalidad”, comenta. La interacción no solo rompe la rutina diaria de las personas que allí viven, sino que también mejora su autoestima.

El intercambio intergeneracional ha evolucionado con los años. Inicialmente, los voluntarios ayudaban en tareas diarias como hacer las camas y dar de comer. Hoy, se ha transformado en un voluntariado más ocupacional, centrado en actividades de ocio y tiempo libre. 

Ander Jordana, de 24 años y monitor del grupo Elkarbidea, cuenta su experiencia con entusiasmo. "Nuestro grupo pertenece a los marianistas de Vitoria, una asociación de tiempo libre dentro del colegio. Todos los viernes tenemos reuniones semanales con niños y niñas desde los 12 hasta los 17 años, y durante los veranos organizamos actividades especiales. Los cuatro cursos de la ESO van a una campa que tenemos en los Pirineos. Luego, en primero de Bachillerato, hacemos el Camino de Santiago desde Astorga, y en segundo, como última actividad, realizamos una experiencia de voluntariado. Este año decidimos que esa experiencia fuera en la Cruz Blanca."

Intercambio generacional de jóvenes de Vitoria con la Cruz Blanca de Huesca. Foto Myriam Martínez
En el Parque Miguel Servet. Foto Myriam Martínez

Ander enfatiza la importancia de esta experiencia para los jóvenes, un contacto con una realidad que, en los círculos sociales en los que viven los chicos y chicas de este colegio, que saben que existe, pero es muy lejana. De esta forma, tienen un contacto directo con estas realidades, lo que les da la oportunidad de sensibilizarse, normalizar estos temas y darle un enfoque práctico. 

Ander tiene una conexión personal con esta actividad. "Yo estuve en el grupo desde los 12 hasta los 17 años. En mi segundo año de Bachiller, vine aquí a la Cruz Blanca para una experiencia de voluntariado", recuerda. Se llevó un recuerdo tan positivo que este año, como monitor, propuso volver. 

Mikel, uno de los estudiantes de 17 años, también comparte su experiencia. "Algunos de nosotros tienen vocación de ayudar a la gente, y otros vienen para probar la experiencia del voluntariado. Está siendo bonito, aunque a veces es duro ver distintas realidades que no solemos tener en cuenta en nuestro día a día. Aprendemos a valorar nuestras vidas", comenta.

Intercambio generacional de jóvenes de Vitoria con la Cruz Blanca de Huesca. Foto Myriam Martínez
Jugando al parchís "a cara de perro". Foto Myriam Martínez

LOS USUARIOS

Josan Fernández lleva 32 años en la Cruz Blanca y se muestra agradecido y emocionado al hablar de la experiencia con los jóvenes voluntarios. "Conozco a Ander desde que tenía 17 años, la primera vez que vino aquí. Estos chicos se portan muy bien, son muy amables. Nos enseñan muchas cosas y estoy muy contento porque veo que se preocupan por nosotros", comenta.

Recientemente ha perdido a su mujer, coincidiendo con la llegada de estas chicas y chicos, que le han acompañado en este duro momento, al igual que el personal del centro.

Joaquín Ciria, Quim, otro de los usuarios de la Cruz Blanca, verbaliza con emoción su perspectiva. "Si no recibes cariño, no das cariño", afirma rotundo, para añadir que estos jóvenes les hacen sentir valorados y les transmiten toda su energía. 

La experiencia de los jóvenes voluntarios no solo les permite entender mejor las realidades difíciles de los residentes de la Cruz Blanca, sino que también deja una huella profunda y positiva en la vida de personas como Josan o Quim. Relacionarse con personas que les escuchan y les hacen compañía, que se preocupan y quieren pasar tiempo con ellos, es muy reconfortante. 

La experiencia de intercambio intergeneracional en la Cruz Blanca no solo ofrece a los jóvenes una visión más amplia y compasiva de la vida, sino que también brinda a los residentes la oportunidad de recibir y dar cariño, creando un ciclo positivo de apoyo mutuo y entendimiento. 

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