Sahún, Bonansa, Montanuy, Laspaúles, Villarrué y Suils han prendido sus Fallas esta noche de San Juan, la más corta del año, la que define el cambio de solsticio, la que impregna del embrujo magnético del fuego a quien la contempla. Es un espectáculo, pero sobre todo es un testimonio de autenticidad, de conexión con las tradiciones, de espiritualidad y de fraternidad. Alianzas y amistades grabadas a fuego.
Hasta lo más alto, se han subido las fallas, se ha encendido la hoguera y prendido estas serpientes de fuego que han dibujado imposibles piruetas en el perfil de la montaña hasta llegar al pueblo.
Toda la liturgia que ha motivado el reconocimiento de las fallas de la Ribagorza como Bien Cultural Inmaterial de la Humanidad se ha sucedido adecuada y ordenadamente, con ese sentido de oración al que llaman los campanarios, con ese respeto a quienes nos han precedido en la marcha para, después del rezo pertinente, entregarse a la fiesta en torno a una imponente hoguera.
Cientos de personas se han congregado en todas las poblaciones, como se puede apreciar en la imagen y el video que ofrecemos de Sahún. Cada cual, con su motivación, sea religiosa, sea de respeto a los ancestros, a las raíces, sea como una curiosidad o la admiración hacia uno de los elementos de la naturaleza, probablemente el más fascinante. El caso es que la belleza de los troncos, de estas grandes teas, ha provocado admiración y respeto a la autenticidad. Todo en medio de un trepidante transcurso del fuego, un gran símbolo de la trascendencia.