Fallece Mateo Sierra Bardají, eurodiputado de la primera generación española, un maestro de la afabilidad

Agricultor con su hermano Pedro, senador, director de la Oficina en Bruselas, ha sido una persona admirada y querida por su inteligencia natural y su bonhomía

01 de Febrero de 2025
Mateo Sierra Bardají, el primer eurodiputado español

Se ha ido uno de los grandes. Mateo Sierra Bardají, una de las mejores personas que ha dado la política, un ciudadano ejemplar, un agricultor vocacional que, como tal, siempre ha tenido unos modales exqiisitos. Mateo ha sido siempre el rey de la afabilidad, el adalid del sentido común, un hombre que, a lo largo de sus ocho años en el Parlamento Europeo que es una torre de Babel, no necesitaba más que su mirada clara, su sonrisa abierta y sus apretones de manos cerrados para sellar los acuerdos. Se ha ido con su hermano Pedro y con su mujer a buscar otro Albalate de Cinca en el que sembrar, plantar y cultivar su bonhomía.

La historia dirá, y bien dicho, que el gran Mateo, que ha hecho vida en Fraga, fue parte de la delegación primera de España en el Parlamento Europeo, al que llegaba el 1 de enero de 1986. Era el fruto del acuerdo para la incorporación a la entonces llamada Comunidad Económica Europea y que los sesenta primeros fueron fruto de la designación de sus partidos. En 1989, saldría electo en los primeros comicios europeos en España. Se lo había ganado con creces.

Mateo, que alumbró al mundo en una familia humilde el 30 de diciembre de 1936, esto es, hace 88 años, era un agricultor comprometido y se integró en la Unión de Agricultores y Ganaderos (Uaga-Coag), así como en el Partido Socialista Obrero Español, en el que pronto tuvo responsabilidades orgánicas (y durante décadas). En 1982, fue elegido senador. Era el triunfo de la humildad, de una expresión hoy sobada y entonces apenas utilizada, la inteligencia emocional. Mateo era una gran persona y se ganó a todo el Parlamento Europeo, desde los comisarios hasta los funcionarios, por su franqueza. Por ser un tipo absolutamente fiable.  No necesitaba los idiomas oficiales.

Logo WhatsApp
Suscríbete a nuestro canal de WhatsApp para tener la mejor información

Mateo, europeísta convencido, se convirtió en un evangelizador de las bondades de la Unión, y no sólo para los agricultores, que evidentemente también. Integrado en la Comisión de Agricultura que presidió su amigo castellano Juan Colino Salamanca, participó en importantes asuntos como las inundaciones en el Levante. Y logró atraer a una delegación especial a Los Monegros para mostrarles la urgencia de profundizar en la necesidad de modernización de los regadíos. En aquel autobús repleto de diputados y periodistas, uno recuerda todavía a un conmilitón suyo redirigiendo al conductor para que los europarlamentarios admiraran los rendimientos de cultivos de secano con abundante agua. Me quedo para mi memoria las expresiones de Sierra Bardají.

Mateo fue un apologista de su tierra, de su Huesca. Tenía una visión de largo recorrido en la que la transformación del sector primario era fundamental. Asistió e inspiró estudios para la agroalimentación en la provincia de Huesca, en muchas ocasiones con discursos profundos que quedaban en el desierto de mentes obtusas.

Era un gran anfitrión. Siempre. En el Parlamento Europeo, disfruté con él cinco días realmente maravillosos, barnizando el europeísmo de aquel periodista joven en aquella Cámara entusiasta y convencida. Se preocupaba de todos los detalles, hasta del descanso en su despacho de Estrasburgo con vistas al río tras el largo viaje en autobús. De las visitas a la Catedral. De un buen restaurante en el que, al no poder acompañarnos, puso a disposición al mejor colaborador que tenía, Tom Orobitg, empecinado en que diera una buena cuenta del chucrut imposible de acabar.

Mateo Sierra tenía sus tierras y no necesitaba perpetuarse en cargos institucionales. Nunca abandonó su concepto de política de entendimiento, de más escucha que oratoria, de una gestualidad convincente que rezumaba modestia y sabiduría popular, de una pasión que, cuando se arrancaba, brotaba de su boca.

Discretamente, salió de la primera línea -había muchos candidatos a ocuparlo-. De 1989 a 1994 participó de una trinidad fabulosa, tres eurodiputados altoaragoneses de palabra y de altas miras, con Joaquín Sisó Cruellas (también fragatino) y el barbastrense jurista José Antonio Escudero. Se miraban y se alegraban de verse en el Parlamento, ora en Estrasburgo, ora en Bruselas. Orgullo patrio.

Con su vocación de servicio, llamado por su amigo Marcelino, aceptó la responsabilidad de dirigir la Oficina de Aragón en Bruselas. Lo que viene a ser un lobby de los que abundan en la capital europea, como aquel marroquí que nos llenó de viandas exóticas una tarde-noche en el Parlamento Europeo a finales de los ochenta.

Seguramente, los lacónicos comunicados oficiales desconozcan estas y otras cuitas de Mateo Sierra, anfitrión extraordinario, persona amable, creyente de su tierra y de la tierra, manos ásperas de quien supo que la pluma no debe hacer olvidar el arado, porque es tanto como abandonar las raíces. Mateo Sierra Bardají vuelve al descanso que tanto se ha ganado. Retorna con los suyos, con su querida esposa, con su alter ego hermano Pedro. Y aquí nos deja las lecciones de la sabiduría natural, la que no precisa más que querer. Simplemente. Nada menos. Querer alcanzar el acuerdo y la verdad. Descansa, amigo Mateo, que aquí queda tu testimonio para blandirlo frente a todo atisbo de intolerancia. El funeral por su eterno descanso se celebrará este domingo a las 10:30 horas en la Iglesia de San Salvador de Fraga.

Etiquetas: