Un verbo cálido y alegre ha recorrido la tarde de este miércoles el salón de actos del Colegio Santa Rosa de Huesca, donde su director, Nacho Casajús, integrantes de la Asociación de Antiguas Alumnas y unas decenas de amigas de la protagonista han disfrutado de las vivencias que se convierten en fe de María Teresa Añaños, Cruz de Oficial de la Orden de Isabel La Católica con reconocimiento suscrito por el rey Felipe VI, 60 años de monja y 43 de misionera.
María Teresa, cuya memoria es tan prodigiosa como fascinante lo es su vida de entrega a los demás, sostiene como lema firme y motor el conformado por tres palabras: "Dios te ama". A partir de ahí, ha brotado su vocación y su realidad misionera que ha ido desgranando paso a paso, desde aquellas correrías con las amigas por los pasillos de Santa Rosa, con recuerdo incluido de las sores profesoras, hasta el descubrimiento de su voluntad que fue orgullo de su familia hasta que las reticencias afloraron por su intención, tras los estudios superiores en Italia, de responder a la llamada de la Iglesia con foco en África.
Fiel a su destino, con la iluminación de María Auxiliadora y Don Bosco para impregnarse del espíritu salesiano, María Teresa Añaños ha recorrido durante 43 años Costa de Marfil, Madagascar, Mali, Togo, Benin y Burkina Faso, y en todos los países ha ejercido su magisterio y su ministerio.
En la primigenia diócesis de Man y en todas las que han jalonado su ejecutoria hasta la actual en la capital, Abidjan, María Teresa Añaños se ha empleado sin límites a la tarea evangelizadora y educadora. Los niños son su gran misión, porque necesitan de las lecciones de la vida y de la fe, y porque "pagan" con su alegría, con su candidez, con su autenticidad. Un país "muy religioso, muy espiritual", afirma sor María Teresa, que cuenta las multitudinarias celebraciones cotidianas (y hasta de dos horas) y especiales (Don Bosco, Semana Santa...) y la fluidez en la relación entre practicantes de distintas religiones.
En un país de extremos, los hay muy ricos y muy pobres, las necesidades rutinarias se ajustan a las posibilidades, aunque no faltan ambiciones movidas por la fe. Con este alimento, han empezado a erigir una catedral que responda a la multitud de feligreses, aunque el camino que lleva es que la falta de la cúpula acabe arruinando el proyecto. Quizás alguna buena alma samaritana de Huesca pudiera contribuir, aunque de la boca de María Teresa Añaños no ha surgido ni una sola petición.
A sus 86 años, se va a llevar el recuerdo de su ciudad, en la que le gustaría algo más de espiritualidad y de alegría, una iglesia con "olor a rebaño" como sostiene el papa Francisco y una convivencia menos materialista y más generosa. Los que le hemos oído, nos llevamos su "cocotá", porque María Teresa da los capones, o los "cocones", o las collejas, como le queramos llamar, con la mano tendida de la caricia en lugar de la violencia de los nudillos de los dedos. Con ese terciopelo de su palabra nos hemos quedado los afortunados asistentes a una conferencia imborrable. Quizás la última de María Teresa, que sostiene que no volverá a su germen por edad. Pero sólo quizás, porque la fe lo mueve todo. Y es que "Dios te ama".