Estoy hasta el moño (por no mentar otra parte de mi anatomía que haría que perdiera todos mis argumentos por soez) de los gurús de pacotilla que inundan las redes sociales con sus "revelaciones mesiánicas" sobre alimentación. Ya sabéis de quiénes hablo: esos iluminados que miran a cámara con ojos de profeta, con un fondo repleto de títulos convenientemente desenfocados y sueltan barrabasadas con la seguridad de quien ha descubierto la penicilina. Pero lo peor no es que existan, no. Lo peor es que mi madre (y el resto de la humanidad, por lo visto) me reenvía sus vídeos como si me estuviera pasando la piedra filosofal de la nutrición.
"Mira lo que dice este, que tiene muchos títulos colgados en la pared", me dicen. A ver, Maricarmen, que con un grado de presbicia suficiente, la cámara alejada unos cuantos metros y el fondo distorsionado, dame una impresora y me forro el despacho con diplomas de Cambridge, Oxford y la NASA si me lo propongo. Que no hace falta ser diseñador gráfico, solo tener Paint, mala leche y muchas ganas de engañar al personal.
Estos mesías de la alimentación no solo nos iluminan con sus "descubrimientos", sino que además se han propuesto meternos el miedo en el cuerpo con auténticas películas de ciencia ficción. Que si la Unión Europea nos va a meter harina de gusanos a traición (falso, pero qué más da la realidad si la mentira es más jugosa). Que si los productos de terceros países (porque no decir "Marruecos" directamente parece que les da urticaria) entran por un coladero sin control, como si nos estuvieran envenenando a traición. Claro, claro… por eso sólo durante verano pasado se puso en marcha el Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos varias veces, porque aquí se deja entrar cualquier cosa como si esto fuera la fiesta de la espuma de los tóxicos. Pero oye, si lo dice el gurú de turno, con su bata blanca (comprada en Amazon por 12,99 €), y sus pins comprados en el rastro a peso, habrá que creerlo.
Lo más preocupante es la facilidad con la que la gente se traga estas patrañas. Se las tragan sin masticar, sin plantearse ni un segundo que quizá, solo quizá, lo que están viendo es una sarta de bulos adornada con música dramática y planos en contrapicado. ¿Y el espíritu crítico? Ah, debe estar cogiendo polvo en la estantería junto con el diccionario de sinónimos. "Oye, pues tiene muchos títulos", insisten. Sí, sí, como el que tiene un tío en Alcalá, que ni tiene tío ni tiene ná.
La próxima vez que os crucéis con uno de estos gurús, activad el modo detective. José Luis, sí, tú también tienes espíritu crítico, aunque lo tengas sin estrenar. Haz el favor de entrar en su perfil y leer su biografía. Si ves que el tipo en cuestión lo mismo te habla de nutrición que de criptomonedas y de cómo curarte la alergia con enemas de agua bendita, igual te está vendiendo más humo que una barbacoa en pleno agosto.
Y un último consejo: si de verdad os interesa lo que dice alguien sobre alimentación, buscad credenciales de verdad. Veterinarios, nutricionistas, dietistas, tecnólogos de los alimentos… Ya os digo yo que si han estudiado todo eso, lo pondrán en su perfil. Porque permitidnos nuestro momento de vanidad: no sabéis lo jodido que es sacarse esas carreras. Y si, después de todo esto, sigues sin verlo claro y necesitas que me explote una vena en la frente, mándame el vídeo. Que yo, con mucho gusto, me indigno por ti.
Es que la epidemia de cuñadismo ilustrado es imparable. Antes, al menos, tenías que aguantar al "experto" de la barra del bar, que entre palillo y palillo te soltaba su opinión doctoral sobre cualquier tema. Ahora no, ahora tenemos cuñados digitalizados, con luces LED de fondo y efectos especiales. Y lo peor es que no solo desinforman, sino que confunden y generan miedo, porque si algo mueve al ser humano no es la razón, es el pánico. "Nos están envenenando", "Nos ocultan la verdad", "Todo lo natural es mejor". Ahí los tienes, despotricando contra la "química" mientras se atizan un gin-tonic con tónica de bote y aromatizan con "frutas del bosque deshidratadas". Viva la coherencia.
Habría que hacer un experimento social: grabar un vídeo, con fondo de biblioteca, gesto serio, y soltar la mayor barbaridad del mundo con voz pausada. Algo como "La cebolla hervida en leche de almendra cura el insomnio y regula el pH del alma". Estoy convencida de que, si lo subimos con música inspiracional, voz dramática y rictus de llevar tres semanas con estreñimiento, al día siguiente lo comparte tu tía Encarna y al otro ya está en el grupo de WhatsApp de las madres del cole. Lo trágico es que seguro que alguien lo prueba. Y si les dices que es una sandez, te responden: "Oye, pues tiene muchos títulos".
Y con esto me despido, porque seguramente ya me esté esperando otro vídeo de mi madre o algún amigo, con algún iluminado de turno contándome que el gluten es un invento del Nuevo Orden Mundial para controlarnos a todos. A ver, si me queréis fastidiar, al menos mandadme un TikTok de gatitos, que me hará menos daño al cerebro y me arrancará una sonrisa.