Las medidas urgentes aprobadas por el Gobierno de ahorro y eficiencia energética no convencen a comercios, bares y hoteles de Huesca. Las opiniones recogidas apuntan sobre todo a que lo más necesario es aplicar el sentido común y no una imposición tan rígida como la que se plantea de limitar a 27 grados el uso del aire acondicionado en verano y a 19 grados la calefacción en invierno, algo para muchos “inviable”.
De estos límites de temperatura interior están exentos los hospitales, colegios, universidades, peluquerías y gimnasios.
Sí deben cumplir la norma, vigente hasta noviembre de 2023, los espacios dedicados a usos administrativos; comerciales, como tiendas, supermercados, grandes almacenes y centros comerciales; los culturales, como teatros, cines, auditorios, centros de congresos y salas de exposiciones; establecimientos de espectáculos públicos; bares, restaurantes y cafeterías; y estaciones y aeropuertos.
El plan incluye la exigencia de que los establecimientos mantengan sus puertas cerradas para evitar que el frío y el calor se escapen y que el alumbrado de escaparates esté apagado desde las 22:00 horas.
Miguel Santolaria, del comercio Mírate, entiende que, “si la situación lo requiere y las cosas se hacen con cierto sentido común, no hay que obligar a tener una temperatura determinada”. “Una cosa tan rígida, como 27 y 19 grados, es lo que nos descoloca a todos”, apunta.
“Siempre hemos tenido tanto el aire acondicionado como la calefacción muy moderada -explica refiriéndose a su caso-, haciendo que la gente se sintiera bien, y creo que no nos iremos demasiado la norma”.
Ya con la subida del precio de la luz, “somos los primeros que intentamos gestionar esto de una manera prudente, y no encuentro demasiado sentido a que tengan que obligar”, destaca Santolaria.
No ve problemas por otra parte en apagar el escaparate de Mírate a las 22 horas en lugar de, como lo hace en la actualidad, sobre las 23:30. “Creo que en una ciudad como Huesca no afecta demasiado” esta medida.
Por su parte, Inés, que trabaja en una tienda de ropa de mujer, entiende que “no se puede tener a 27 grados”. Por su experiencia, señala que nadie se quiere probar cuando tiene calor. Además, apunta “no todos somos iguales” por lo que no se puede generalizar. “Hay que adaptarse a ciertas cosas, pero otras son inviables”.
Belén, de Quka, también dedicada a la moda de mujer, abunda en la temperatura y dice que “si no es la correcta, la clienta se echa atrás; no le apetece probarse ni pasar el mismo rato que si se encuentra a gusto. “En invierno, queremos calorcito, hay que ser valiente para quitarse ropa; a 22 grados apetece entrar”.
Acerca de mantener las puertas cerradas, desde una zapatería oscense señalan que abierta “invita más a entrar al cliente” y que se opta por ventilar debido a la covid.
En la hostelería la norma ha sido muy mal recibida. “Es caótico. 27 grados dentro en verano es demasiado calor y 19 en invierno demasiado frío. Si los clientes no están cómodos, no van a entrar”, dice Leny Andrea, de Sal y Pimienta. Para ella tampoco es viable mantener la puerta cerrada cuando deben atender la terraza. “Pesa mucho y con las bandejas no se puede abrir”, constata.
Ramón Bitrián, de Mi Bar, ve lógico contener el gasto “ahora que el recibo se ha multiplicado por tres”. Si antes situaban el termostato a 21, ahora está a 23-24. “Por encima de eso no se nota. A 27 nadie va a pasar -remarca-. No se notará cuando entres desde la calle, y no se puede mantener en un espacio en el que das comidas”.
Desde el bar Candanchú, David Royo afirma: “27 grados en hostelería, con la cantidad de gente que tenemos, por cómo nos movemos, es inviable. Los motores dan mucho calor y 27 grados dentro de la barra, fuera o en la cocina son muchos más, aunque tengamos aire acondicionado”.
Llama la atención sobre una carta que recientemente recibió del Ministerio de Trabajo diciendo que los trabajadores podrían sufrir estrés térmico, “y 27 grados -dice- creo que es estrés térmico cuando estás trabajando".
Royo también ve inviable invertir en sensores en el acceso para facilitar su apertura automática. “Y en mi caso la puerta tiene que estar abierta -asegura-, porque es muy pesada”.
Roberto Pac, del hotel Sancho Abarca, considera que “los clientes no van a aceptar esta nueva norma”. “Todos sabemos que tenemos que ahorrar energía, pero un cliente paga y lógicamente quiere estar en condiciones, busca confort y comodidad. Habría otras fórmulas -apunta- más eficaces, como apagar un 50 por ciento de las luces de las calles”. Según dice, en los hoteles y la hostelería “no va a ser bien recibido y no lo va a aceptar”, considera.