Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica por su compromiso social y por su vida ejemplar en el servicio a los niños. María Teresa Añaños Colón, salesiana, antigua alumna del colegio de Santa Rosa, recogió el 16 de abril de manos del embajador de España en Costa de Marfil, Rafael Soriano Ortiz, el reconocimiento del rey Felipe VI. Sesenta años de religiosa, 43 de ellos de misionera en África, de los que 26 ha servido en Costa de Marfil, 12 en Madagascar, el resto en Togo, Mali, Burkina Faso, países a los que ha entregado su mensaje, "Dios nos ama", siempre con la visión de la esperanza.
Hija de María Auxiliadora, salesiana de Don Bosco como le gusta definirse, nació en Zuera hace ya más de 86 años (el 16 de julio volteará otro más), pero el alumbramiento -aunque su madre es zufariense- apenas fue un tránsito hacia Huesca. Desde pequeña fue alumna en el Colegio de Santa Rosa, en el antiguo centro de la confluencia del Coso Bajo con Ramón y Cajal y la calle Canellas. En 1960, se inició en su gran vocación de vida religiosa con su primera formación en Tortosa, dos años a los que sucedieron otros tantos en Italia de noviciado. En Turín permaneció un lustro más para cursar Ciencias Religiosas, Pedagogía y Psicología, estudios estos últimos que convalidó en la universidad de Valencia.
Su destino de regreso a España fue primero Barcelona y después Zaragoza, Alicante y retorno a Zaragoza, donde, nos dice, tuvo la gracia de realizar su sueño misionero. "Recuerdo que, desde que era alumna de Santa Rosa, nos entusiasmaban las misiones. Mi vida religiosa estaba orientada a este fin. En Italia, todavía se reforzó más mi deseo de vida misionera".
Agonizaba la década de los setenta y la Iglesia lanzó el Proyecto África. Pidió que las congregaciones religiosas echaran una mano en la evangelización y en la ayuda al desarrollo del continente, llamada a la que los salesianos y muchas otras congregaciones respondieron con generosidad.
En 1982, las Hijas de María Auxiliadora llegaron a Costa de Marfil, concretamente a la Diócesis de Man, cerca de la frontera con Liberia, donde los salesianos les habían precedido un año antes. Allí encontraron un mundo en el que contribuir a la educación y las oportunidades para chicas y chicos. Una región en la que paradójicamente "riqueza y pobreza se dan la mano, y donde hay mucha solidaridad en medio de las diferencias y de grandes desafíos". Explica que, en estos más de cuarenta y dos años, "el progreso material ha cambiado, todo ha evolucionado, hay más medios y las chicas y los chicos frecuentan las escuelas. El progreso material y el espiritual han ido a la par, formando una civilización con una pauta de evangelización muy hermosa".
Reconoce el papel que, previamente a la llegada de los salesianos, habían cumplido los Padres Blancos, de la Sociedad de los Misioneros de África preparando el terreno para afianzar la evangelización y trabajo de la promoción comenzada. Los salesianos habían tomado el relevo para fortalecer la misión. "Nos acogieron a dos hermanas y una enfermera con esperanza y alegría, y enseguida nos insertamos en el proyecto diocesano aportando nuestro carisma específico de educación y evangelización. Fueron años muy hermosos que, desgraciadamente, la guerra del 2000 hizo muchos desastres, pero gracias a Dios todo se ha renovado y la esperanza se ha fortalecido en medio de las dificultades. ¡Dios es grande!".
En Man cumplimos con los objetivos de la misión organizando todo con proyectos de evangelización y educación, y también desde el punto de vista sanitario. y esto continúa con mucha visión de futuro".
La presencia en Costa de Marfil es muy importante, bien organizada y floreciente de vocaciones con 16 diócesis. María Teresa Añaños se encuentra en la de Grand-Bassam desde 2010, en concreto en Koumassi, gran común de Abidjan, la capital económica y administrativa del país, con más de 300.000 habitantes pertenecientes a muchas etnias y confesiones religiosas, las más importantes la religión católica, la musulmana y las tradicionales. "El pueblo es profundamente religioso y participa masivamente y con entusiasmo en las celebraciones". Habla de la Iglesia católica de su diócesis, que conoce más.
En Koumassi está el "Village Marie Dominique", nombre de la misión en la que viven 18 salesianas (13 en la comunidad provincial y 5 en el noviciado). María Teresa pertenece a la del noviciado, donde hay ahora 23 Novicias procedentes de Costa de Marfil, Camerún, Angola, Mozambique, Benín, Togo...
Trabaja feliz con sus hermanas salesianas y colaboradores en distintas obras educativas: un Parvulario recién estrenado con dos unidades (para el próximo año se prevé una tercera), con 63 niños y niñas, una Escuela Primaria con seis clases y 234 estudiantes, Formación Profesional de repostería, corte y confección, peluquería y alfabetización con reconocimiento estatal y 223 alumnos, fundamentalmente chicas. También la casa familiar para chicas en situación de riesgo (abusos sexuales y malos tratos, huérfanas), con 19 internas y 62 acompañadas. Y el Oratorio-Centro juvenil de los domingos y miércoles por la tarde con una presencia media de 500 chavales desde niños a jóvenes, que en determinadas fechas alcanzan los 2.000. Para ellos tenemos un proyecto pastoral que prevé un tiempo de formación en valores y un abanico de actividades lúdico deportivas, artísticas, etcétera, todo muy apreciado por las familias y por los chicos y chicas…”
Se añade la colaboración con los Salesianos y la familia salesiana en la parroquia, catecismo, grupos, movimientos juveniles, etcétera. Un trabajo apasionante "sin tiempo para aburrirse con muchas satisfacciones, aunque no faltan problemas y dificultades de muchos tipos y eso es normal, claro, ¿dónde no hay dificultades? Pero nuestra confianza está en Dios que lo sentimos muy presente y en María Auxiliadora que, como Don Bosco decía y nosotros lo constamos, es Ella la que hace TODO y no son palabras bonitas sino realidad.
La vida de cada día comienza a las seis de la mañana con la oración, de la que la Eucaristía es el centro y termina, hacia las 10 de la noche también con la oración… "entre los dos polos, se integran los momentos de trabajo, para recuperar la energía física, psíquica, material, espiritual, recreo, alegría, sí, la alegría que es nuestro ADN"
María Teresa Añaños visita su Huesca con una periodicidad indefinida. Al principio eran cada dos o tres años, luego cinco. "Ya no pensaba volver a Huesca" la que es llamada "abuelita" en la misión. Pero este año ha sido agraciada con un viaje a Italia en mayo por sus 60 años de profesión. Y de allí vendrá a su ciudad en el mes de junio, a concitar aquellas bonitas vivencias en la vieja Santa Rosa o en el Colegio Salesiano, aquellas amistades que se perpetúan en la distancia con su coetánea Pilar Polo... En su mochila evangelizadora y existencial, ha estado "en todos los sitios igual de bien, porque mi misión es el anuncio de que Dios nos ama y esto lo he podido hacer con mucha libertad siempre. Me he sentido en familia, en una Congregación que predica y ofrece la esperanza a la gente, y que nos permite ayudar y entre todos hacemos grandes cosas. Todas las misiones las siento como mi casa, mi casa es el mundo".
Concluye con una declaración de vida. "La riqueza de nuestra misión son los niños y la educación que queremos ofrecer como una estrategia para hacer un mundo mejor…"