Fue, al menos así lo tengo anotado, el 28 de abril del 2013. Un día pasado por agua; un agua que tan solo sirvió para poner a prueba la perseverancia y el coraje de las gentes que tomaron parte en esa primera caminata; justicia social a golpe de zancada, un pueblo en marcha buscando hacer fuertes (empoderar, diríamos once años después) a personas vulnerables.
Para mí todo comenzó una semana antes. Había recibido la invitación para cubrir fotográficamente el evento por parte de Javier García Antón, en ese momento director del diario escrito local y actualmente en labores similares en la edición digital del periodismo oscense (eldiariodehuesca.com). Imposible negarse. Nunca agradeceré suficientemente la invitación.
Miro nuevamente las fotografías tomadas aquel día y es inevitable sentir un punto de nostalgia. En ellas se ven reflejadas gentes que ya no están por eso que llamamos "ley de vida"; otras ya no están cercanas porque los sentimientos cambiaron, los mal (o bien) entendidos separaron y otras circunstancias de la vida se impusieron... Eso sí, me congratula reconocer que estos diez años pasados han tratado muy bien a todos ellos, y que los hombres y mujeres que conocí y fotografié en aquel momento (la mayoría en función de cargos públicos y/o profesionales) siguen igual.
Grosso modo (y seguro que olvido a más de uno): Laguna, Ratia, Martínez, Rudi, García, Callén, Alós, Oliván, Rodrigo... (tomo aire)... Torres (dep), Luis Felipe, Romance, Lafuente, Migliaccio (13 añitos la criatura), Ferrando, Veintemilla, soldados, miembros de protección civil, profesorado y alumnado de la escuela de hostelería y tantas y tantas otras personas cuyos nombres he olvidado (o no he conocido nunca) pero a las que me une una experiencia compartida de piernas cansadas, ropa húmeda y un rancho común.
¿Y que decir de la señalética, con esos colores tan repetidos en el momento actual?
Nunca más repetí. Por razones de compromisos varios, fundamentalmente. Este domingo, diez años más tarde, lo he hecho. Junto a mi hijo Carlos, ya un adulto, y mi ahijada Marina (una joven royana que estudia fotografía en esta ciudad). Para compartir otra manera hacer justicia que unos pioneros, hace ya diez años, iniciaron.
NOTAS:
1.- No menciono los fines de esta undécima edición porque entiendo son sobradamente conocidos. Tampoco el respeto y admiración que me merece esta asociación, por obvio.
2.- Arqueología fotográfica: coloco, en comentarios, el enlace a las fotos que publiqué ese abril con motivo de la marcha.