Tiene tanta profundidad en sus tradiciones la Villa de Bolea que le sale natural organizar grandes celebraciones en cualquiera de las estaciones del año. La de los Reyes Magos es tan singular, tan especial, que la Plaza Mayor se ha vestido con alfombra roja para que Melchor, Gaspar y Baltasar supieran que las cerezas son tan dulces como la Navidad y dan un brillo especial a la misma tonalidad.
Sus Majestades han irrumpido con la elegancia propia que da el trote, tras el galope, de los caballos. A lomos de bellos corceles se han presentado ante los adultos a los que han saludado y ante los niños con los que se han comprometido a que esta será una noche muy especial, muy buena.
Alcanzada la Plaza Mayor, han subido al Ayuntamiento en el que han sido agasajados por la alcaldesa, Maribel Bailo, y la corporación que han acogido con algarabía al séquito real. Han dirigido unas palabras bonitas y sencillas a los pequeños congregados en la plaza.
De este saludo de cortesía con expresiones profundas de fe porque ha nacido el Niño Jesús que ha inspirado su viaje guiado por la Estrella hasta Bolea, se ha pasado a la visita al Portal viviente, donde los Reyes han adorado con oraciones al llamado a ser el salvador.
Tan hermosa historia sólo podía tener un colofón jubiloso, y así Melchor, Gaspar y Baltasar han entregado regalos a más de cincuenta niños que veían cómo la promesa se iba cumpliendo, y la noche más mágica tenía una antesala fascinante. Dulces sueños, pequeños de Bolea, que llegan los Magos.