Salesianos-Meyba y Eurostorys, cuando las heroínas salen del papel para entregar el premio a las escritoras

Emocionante entrega del segundo galardón nacional en el Teatro Salesiano con un relato continuo prometedor

05 de Noviembre de 2022
Fotografía de todos los protagonistas con el premio de Salesianos.

Supongan a la familia Girard abandonando Lejos de Luisiana para entregar el Premio Planeta a Luz Gabás. Imaginen a David Salas y Paula Esteve saliéndose de "El Fuego Invisible" que es la luz de la verdad para depositar la misma distinción en manos de Javier Sierra. Quedarían atónitos los creadores al ponerse cara a cara con sus personajes. En el Teatro Salesiano la sesión vespertina de este viernes ha tenido mucho de esta magia. Pero con una diferencia. Que las protagonistas no son de ficción, sino muy de carne y hueso; que la inspiración flotaba en la atmósfera real que recogen las hemerotecas y que se producía el efecto prodigioso de la concurrencia de dos generaciones plenas de valores, de alma y de espíritu. La sala de butacas estaba feliz porque iba a asistir a un acto de justicia: la entrega del segundo premio de la convocatoria de Eurostorys a nueve alumnas del colegio y a la profesora-instigadora Irene Abad.. Las caras de las distinguidas, resplandecientes. Las de las inspiradoras, con esa serena sonrisa que sólo se adquiere con la edad. Tres manifestaciones del entusiasmo para una admiración multidireccional. Narrativa, epopeya y lírica.

Su carril oficial hubiera conducido a esas horas a las diez triunfantes a Ronda, donde se entregaban los galardones de esta convocatoria que pretende que jóvenes preuniversitarios aprendan haciendo investigación de campo, para que la indagación esté repleta de relación social, de pegar la piel entre las dos partes. El leit motiv de 2022 es "Trabajo y crisis" con asistencia a las fuentes primarias. Irene, al echar la vista atrás, remembraba el caso de Meyba, porque fue icónico para la Huesca que, en esos primeros años 90, se dejó quietamente más de dos mil puestos de trabajo. La mayoría, inmensa, del metal, básicamente masculinos. Pero también las trescientas trabajadoras que llegaron a ser de la plantilla de Meyba hacían su viaje último a la Barcelona nuclear de la empresa para escuchar el epitafio. Octubre de 1994.

Comparecían en el escenario, tras la música de The Beatles y Gelu ("El partido de fútbol"), como equipo que eran, las orgullosas jóvenes que frisan los 16 años: Jara Alayeto, Tena Gállego, Marta Fontán, Candela Laguarta, Beatríz Sanromán, Aimara Blan, Ana Ramírez, Isabel Gómez y Alba Marín. El 10, la Maradon o la Pelé, a elegir, Irene Abad. Y la once, la contentísima directora pedagógica, Isabel Belenguer. El número doce, como en el balompié, es el que anima, el público. Y se iniciaba la danza sencilla de las preguntas sin convencionalismos, la charla distendida de unas jóvenes cuya espontaneidad combinaba con una educación exquisita y, sobre todo, con un criterio propio. Las palabras volaban recordando el cronómetro que atosigó en su tiempo a las trabajadoras, la lucha de unas mujeres por conservar su dignidad plena a través de su puesto de trabajo, la cultura del compañerismo que las adolescentes leyeron en sus largas charlas con sus interlocutoras, pacientes y con actitud profesoral (de la escuela de la vida) en cada encuentro en el que exprimían su condición de bibliotecas andantes. Bibliotecas en las que las estudiantes se empapaban de conocimiento y actitud. E Irene exponía el germen de la idea, su afán investigador de la vida -habitualmente fatigosa y discriminada- de la mujer en el pasado, la ilusión de las jóvenes, la pasión con la que se aplicaron, el rigor, el auxilio de la hemeroteca... y un resultado final digno de premio. ¡Eureka! Como en Arquímedes en su descubrimiento, el esfuerzo halló sentido pletórico.

En la sala, las fuentes esperaban brotar hacia la escena. Subieron, orgullosas, contentas y con su elegancia existencial Mari Luz y Pili Lafita, Tere Otal, Julia Casas, María Sarsa, Loli Berdún, María Jesús Castro, Marité Mateo, Pili Cebrián, Merche Cebrián, Esperanza Aquilué, Fefa Peleato, Marí Carmen Usé, María Jesús Palacio y Tere Urriés. Meyba las abandonó, pero ellas no se abandonaron. Fueron compañeras y, 28 años más tarde, son compañeras. No ha hecho falta ni elegir el nombramiento de portavoz. Y la portavoz, con gracia inmensa, rememoraba el puñetero cronómetro que era como el Gran Hermano de Orwell. Y se iba a la Rebelión en la Granja del mítico escritor para reconocer que sí, que había un Cerdo Napoleón entre los mandos, pero que había más porcinos de dos patas. Y, sin embargo, fueron felices, ellas que entraron en la empresa con la edad de las agasajadas de este viernes. Y que se hicieron duras, pero también se hicieron mejores. Que sirvieron a los jefes pero también a la sociedad. Que se involucraron tanto que los éxitos de la empresa eran asumidos por ellas. Porque realmente lo eran. Y han manifestado su orgullo por las nueve jóvenes a las que entregaron los nueve diplomas: Jara, Aimara, Marta, Tena, Isabel, Candela, Alba, Ana y Beatriz. Y se han dado aplausos, inspiradoras e inspiradas. E Isabel Belenguer e Irene Abad, donante y donada de la distinción, se han fundido en un abrazo eterno. Quizás todavía estén ahí, solas sobre las tablas, metafórica y realmente unidas por la misión pedagógica que las une, creyentes en las jóvenes generaciones que les han correspondido con este exitazo a través de estas nueve chicas, fedatarias de que la madera de este árbol educativo de Salesianos da unos frutos dulces, muy dulces. Para la prueba no hace falta algodón, sino mirar esta escena que capta con su cámara Julio Aguerri, notario en las imágenes para la eternidad. Y, luego, encargado de distribuir entre las "meybas" un pequeño obsequio. Los mejores regalos no son los que más tasan en las tiendas, sino los que marcan el valor de la exclusividad que da el corazón. Joyas por su intención.

Suena la música. Aquí no hay playa de los refrescos, con bañadores Meyba en nuestro pensamiento y esos chándales que salieron de las manos pulcras de quienes este viernes han sido personajes... muy distinguidos. Y el titular, Toni Ibor, que sube a escena, recoge el premio al colegio de Eurostorys de las manos de Amparo Roig, directora provincial de Educación. Y Toni se fija, ante todo, en los brillos de los ojos de Beatriz, Ana, Alba, Candela, Isabel, Tena, Marta, Aimara y Jara, porque el orden de los factores no altera el producto refulgente. Y esa luz ilumina a todos. Hay futuro, hay humanismo. Y Amparo, "atracada" frente a su voluntad de discreción, acepta hablar, para mostrar su orgullo por las chicas, por las musas y por el centro. Porque en la vida la creatividad hay que encontrarla después de sondearla a pico y pala.

No cabe un ápice de emoción en la arcadia feliz del Teatro Salesiano. Para tener un broche de cine, el video grabado por las grandes estrellas de la velada. En siete minutos, la esencia de un trabajo de decenas y decenas de páginas. Y el colofón que manifiesta la maravillosa sensibilidad de las actrices de este viernes, tan dotadas ellas de autenticidad: "En memoria de Dani". Y Dani, con esa sonrisa suya que prestó a quienes le conocieron hasta su exuberante mayoría de edad hoy apagada, habrá asentido y aplaudido.

Y era el final. Nunca la música es casualidad. La Macarena de Los del Río se bailaba irresponsablemente en la Huesca inconsciente aquel 1994 en que se había perpetrado un atentado contra el trabajo digno, contra un derecho de la mujer. Y del hombre. Supongo que a esas mujeres ver a Clinton con el saxofón y Los del Río riendo a mandíbula batiente les haría maldita sea la gracia. Pero, con perspectiva, catedráticas de la resistencia frente a la adversidad, pueden proclamar aquello de "que me quiten lo bailao". Y fueron felices y van a comer las perdices de los triunfos en vida de Aimara, Alba, Ana, Beatriz, Candela, Isabel, Jara, Marta y Tena. Que el orden alfabético sirve para enumerarlas, pero los renglones torcidos con los que Dios escribe recto les van a guiar por sendas plenas de oportunidades. No en vano, son campeonas "eurotellers". O como quiera que se diga.

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