"Servicio, silencio y plegaria", el reconocimiento de Huesca a Benedicto XVI a través de Ruiz Martorell

El obispo de Huesca rinde tributo al papa emérito, que "ha hablado, escrito, vivido el amor": "soy amado, luego existo"

08 de Enero de 2023
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Monseñor Ruiz Martorell en la eucaristía en sufragio por el alma del papa Benedicto XVI.
Monseñor Ruiz Martorell en la eucaristía en sufragio por el alma del papa Benedicto XVI.

La Santa Iglesia Catedral de Huesca ha acogido la celebración de la eucaristía en sufragio por el alma del papa emérito Benedicto XVI, presidida por el obispo de la Diócesis, Julián Ruiz Martorell, quien ha recalcado que el pontífice ha sido testigo del amor, "ha hablado, escrito, vivido el amor". Y en ese contexto del pensamiento y de la realidad del ser ha situado las últimas palabras que ha pronunciado Joseph Ratzinger: "Jesús, te amo".

Monseñor Ruiz Martorell ha significado que, igual que Juan Pablo II nos enseñó la muerte envuelta en la aceptación de la enfermedad, Benedicto XVI "nos ha enseñado a morir yéndose en silencio". Ha apelado a las lecturas de este domingo 8 de enero y particularmente revelador ha sido el Evangelio según San Mateo con el diálogo entre Juan y Jesucristo, en el que el Señor, que no estaba necesitado de un bautizo como penitente, concibe el sacramento como un paso necesario para que se cumpla el designio salvador. Y ahí surgen los signos: los cielos se abren, el Espíritu Santo se posa sobre Jesús y la voz del Padre le identifica, "este es mi hijo muy amado".

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Concurrida ceremonia en la Catedral de Huesca

El obispo ha recalcado que "el ser amados es lo que identifica nuestra personalidad". El "soy amado, luego existo" que sentenció el filósofo.

Julián Ruiz Martorell ha centrado el resto de su prédica en la liturgia en la figura de Joseph Ratzinger, papa desde el 19 de abril de 2005 hasta febrero de 2013 en que sumó la condición de emérito a su fructífero pontificado. Ha recordado que, antes de la fumata blanca que lo erigió en la máxima responsabilidad vaticana, "era reconocido y valorado como teólogo y su nombre ya estaba escrito en la historia por su extensa, rigurosa y excelente producción teológica. Fue determinante su colaboración en la redacción del “Catecismo de la Iglesia Católica” y su responsabilidad como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe marcó hitos memorables".

El foco de la humanidad se puso, durante su papado, en las abundantes virtudes que desprendía: "Su calidad humana, su proverbial sonrisa, sus frecuentes viajes, sus encíclicas, sus exhortaciones apostólicas, sus cartas y constituciones apostólicas, sus catequesis en las audiencias generales, sus encuentros con los jóvenes, sus palabras en los ángelus, sus bendiciones, sus oraciones, su inmensa capacidad de trabajo, nos acercaron aún más su entrañable figura".

"Su vida y su misión han sido un regalo de Dios para la Iglesia. Por eso, damos gracias al Señor de la vida por habernos dado la oportunidad de leer, escuchar y admirar a quien se consideraba a sí mismo como un “humilde trabajador en la viña del Señor”, ha reseñado el prelado de Huesca.

Monseñor Julián Ruiz se ha centrado en una trinidad de expresiones de las encíclicas de Benedicto XVI que han dejado un profundo e indeleble poso en la cristiandad y en el mundo. De Deus caritas est, 1: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

De Spe Salvi, 49, el siguiente fragmento: “La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza” 

Y su convicción de la trascendencia de la caridad. “La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad” (Caritas in veritate, 1).

En su pontificado, Benedicto XVI publicó la trilogía "Jesús de Nazaret" con un firme y claro propósito: "“He tratado de desarrollar una mirada al Jesús de los Evangelios, un escucharle a Él que pudiera convertirse en un encuentro; pero también, en la escucha en comunión con los discípulos de Jesús de todos los tiempos, llegar a la certeza de la figura realmente histórica de Jesús”.

Con su testamento espiritual, el papa emérito ha legado su pasión por la verdad, por el amor y por la caridad. Fundamentalmente, da gracias a Dios, "dador de todo bien, que siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar". Ha dejado definido que "el sacerdocio es el amor del corazón de Jesús..." y, de hecho, los sacerdotes son un inmenso don para la iglesia, pero también para la humanidad. Y también gratitud serena a sus padres, a los amigos que Dios ha puesto a su lado, a los profesores y a los alumnos. Y, sin ningún tipo de renuncia, "a todos aquellos que haya agraviado de alguna manera les pido perdón".

Un mandamiento humilde, "manteneos firmes en la fe y rezad por mí", el del emérito al que el Papa Francisco le atribuía que "sostenía con su oración a toda la iglesia" durante sus casi diez años de oración desde aquel febrero de 2013. "Gota a gota, ha derramado su sangre en actitud de servicio, silencio y plegaria", ha concluido Julián Ruiz Martorell ante una muy concurrida Catedral con unos feligreses en respetuoso silencio y con atención a las palabras de su prelado.

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