El Temple, sábado 29 de junio de 2024. Es la mañana y repentinamente, como atraídos por una máquina del tiempo en goteo permanente, empiezan a aparecer mujeres y hombres ataviados de época. Con esa elegancia de quien se preparaba con sus mejores galas para las grandes ocasiones, en realidad todos los domingos, pero sobre todo en las grandes fiestas de guardar. Naturalmente, no podían faltar los guardias civiles con el uniforme de aquellos primeros años sesenta. Y el Ejército, invitado como Dios mandaba. Muchos colonos, algunos con sus trajes impecables y sus camisas blancas, incluso con sus vetustas maletas con las que llegaban para aprovechar la hospitalidad templera. Otras con sus ropajes de faena y sus cestas con frutos.
Todos congregados, con buen son, guitarras y bandurrias. Y un denominador común en todos los que habían preparado la fiesta y los que habían acudido a la invitación: todos llevaban incorporada una sonrisa. La que denota que todos son conscientes de que es una ocasión de las grandes, de las mejores. Todos saben a qué han venido: a celebrar los 60 años del Grupo Folklórico San Isidro, el de mosén Aísa, el de la señorita Celia, y todos los jóvenes y menos jóvenes respetuosos con su indicación. Pero, además, en el llamamiento, hay otro mensaje: el grupo empezaba a languidecer y los joteros habían "emigrado" a la rondalla comarcal del Bajo Gállego.
A esas alturas de la mañana, ya eran todos conocedores, lo que reforzaba el alborozo, de que se había creado un grupo infantil y los adultos estaban alistándose de nuevo. La ronda por todo el pueblo este sábado de 2024 tenía unas maravillosas reminiscencias, y todos desfilaban a los sones de la alegría. No faltaban los espontáneos, los antiguos y los nuevos. A las 14 horas, a reponer fuerzasa con una paella excelente.
No había que dejar morir el día que la climatología, contrariamente a las previsiones, había respetado. Tras la pitanza, taller de canto y de baile en la ludoteca. Luego, para demostrar que estamos en la modernidad, la "flashmob" y a las 21 horas el festival definitivo que, durante dos horas, constató que, efectivamente, hay savia nueva, hay cantera y hay mayores con ganas de recordar que El Temple, pueblo de colonos, es inasequible al desaliento. Dicen las crónicas que fueron muchos los que quedaron todavía hasta la madrugada con la discomóvil. Para cerrar, hasta la extenuación, un gran día.