El viernes con los últimos preparativos y el marcaje de sendas y caminos ya se presumía un día espectacular. La luna llena nos acompañaba en la colocación de las últimas cintas ecológicas que señalizan el recorrido.
A las 7:00, con la luz de la luna y las farolas del pueblo de Sipán, tenemos todo preparado para recibir a los 106 participantes, que van llegando poco a poco para desayunar en el salón social y recogida de credenciales.
Los 16° de esta madrugada presumen que será un día de calor, propio del veranico de San Miguel.
A las 8:00 en punto, Javier Cruchaga, presidente del Club de Montaña Javieres de Huesca, organizador de la actividad junto al Ayuntamiento de Loporzano de este evento, dio las explicaciones técnicas del recorrido. Por su parte, Roberto Malumbres, concejal del Ayuntamiento, expresó su agradecimiento a los asistentes, la técnica de Turismo explicó los puntos de interés de las localidades que forman el Abadiado, con mayor énfasis en la Virgen del Viñedo. Y dio comienzo la caminata.
Enseguida se deja atrás el río Guatizalema, cruzándolo por el puente medieval, y la localidad de Loscertales, visibles el chapitel octogonal de su iglesia.
Recuperamos de nuevo el Camino Natural de la Hoya para llegar a Coscullano, entrando el grupo más o menos agrupado, produciéndose en esta localidad el primer avituallamiento líquido. Pese a llevar sólo 4 kilómetros, los participantes se acopian de agua en previsión porque a continuación viene lo mas duro de la jornada.
Alternando pista, senda y camino, siempre en sentido ascendente y bien arropados por ambulancia y protección civil, llegamos al paraje de Campolugar, donde la ascensión ya acumulada nos permite divisar las localidades que hemos dejado atrás, los barrancos vestidos de carrascas y chaparros y de frente la omnipresente Sierra de Guara.
En el Esconjuradero de la Cruz Blanca nos espera el segundo avituallamiento, un buen bocata de jamón, fruta y bebidas para reponer los líquidos perdidos en el trayecto, además el calor aprieta.
Alguno se hace el remolón pero toca arrancar, llevamos un poco más de la mitad del recorrido (9 km) y prácticamente toda la ascensión a falta de una pequeña rampa que nos encontramos antes de llegar al Tozal del Pipre.
Los madroños que ya empiezan a adquirir su tono rojizos, nos amenizan esta parte del camino, además de las vistas a la Sierra de Ligüerre y sus mallos.
Superadas la penúltima rampa, nos adentramos en una zona de pino viejo que abandonamos para comenzar el descenso hasta la Almunia del Romeral, donde nos encontramos con el último avituallamiento. Aprovechamos la parada para esperar a los mas rezagados y recuperar la homogeneidad del grupo.
Abandonamos este municipio caminando un kilómetro por carretera a la sombra de los olivos que marcan la cuneta para desviarnos a la derecha y descender hasta el río Guatizalema. Hay que cruzarlo con mucha habilidad por encima de las piedras para no capuzar, otros, la mayoría, se descalza para pasar a la otra orilla, se agradece la frescura, que no frialdad, del agua.
Superada esta aventura, el grupo, ya disperso se encamina hasta el Saso de las Planiellas para afrontar los últimos 2,5 km hasta Sipán, punto de comienzo y final de la jornada.
14,45 h. Como excelente colofón, la paella que ya es tradicional en estas jornadas, preparada con arroz brazal por nuestro chef Javier Pérez (Pichetas) y el requesón de postre de Villa Villera.
Agradecer a todos los voluntarios su entrega y dedicación y especialmente a los vecinos de Sipán por su colaboración desinteresada y por la cesión del Salón Social para la celebración de este evento.