Ha visto en las últimas horas su última luz Jorge Mayoral Meya, después de 78 años en este valle de lágrimas que reconvirtió en sonrisas y belleza a través de sus dos mejores argumentos: el ojo que todo lo ve y el corazón que todo lo aprehende para luego compartir. De hecho, en tal materia, la de la generosidad, se convirtió en académico después de sus años barbastrenses de aprendizaje.
Es curioso que, después de tantos años de cosecha de la historia para sembrar la semilla del conocimiento, Jorge Mayoral haya sido conocido por una de sus pasiones: captar la naturaleza y la climatología para enseñarla a todos los españoles. De par de mañana, tras la comida o en la cena, los informativos de Aragón TV o de otras cadenas recogían indefectiblemente las imágenes estáticas y en video que su admiración por la naturaleza nos ofrecían. Siempre compartiendo. Como reflejaron en redes sociales, la propia corporación televisiva o la Agencia Estatal de Meteorología pierden un colaborador impresionante e imprescindible, porque para la eternidad quedan esas nevadas sublimes de Llanos del Hospital, esos rododendros que ensalzaba con su cámara y su sensibilidad.
Jorge Mayoral ha sido siempre un barbastrense genuino. De los que se embeben tanto de la autenticidad y la historia de la ciudad del Vero que adquiere un compromiso con la verdad y con la identidad a través de la recogida e investigación de los anales de las grandes hazañas y también de la épica de esos pequeños comerciantes que, en blanco y negro, ofrecían su espíritu tendero a las gentes que se aproximaban al gran centro del comercio que era ese cosmos de aquella época pretérita. Y, nuevamente, cuando Nacho Bernad le pidió que apoyara a la revista de los empresarios de Barbastro, puso su patrimonio a disposición de todos. Compartir.
Resulta extraordinariamente meritorio, por inusual, que una persona que vive con un relativo confort en su ciudad, todo el que se puede tener dentro de la empresa familiar dedicada a la carne, decida lanzarse a la aventura de ese lugar entonces, hace 34 años, inhóspito y extremo, hasta convertirlo en la referencia del turismo: Llanos del Hospital. Con 44 años, se embarcó con otros aventureros en la construcción de un proyecto precioso, recuperar ese patrimonio natural y erigirlo en un templo de la hospitalidad. Y, a partir de ahí, nuevamente, compartir.
Llanos del Hospital es hoy un espacio imprescindible en el Pirineo, desde el que promocionó Jorge Mayoral el esquí nórdico y el conocimiento de la naturaleza hasta transformarlo en actividad principal y no complementaria del alpino. De hecho, con Aramón Cerler hicieron un tándem perfecto, ideal para el atractivo de un turismo que diera riqueza al valle. Con los mismos mimbres, erigió la Fundación para poner en valor el patrimonio histórico, cultural y natural de los Llanos y del Valle de Benasque, un proyecto tan vivo que sobrevive al fin de las acechanzas de la salud a Jorge Mayoral que han limitado ya su estancia en este planeta que tanto ha contribuido a prestigiar y a conservar.
Llorar la marcha de quienes parten al descanso celestial es una obligación de la esfera humana, lágrimas de justicia y de correspondencia a quien tanto nos dio. Y, sin embargo, traspasado el umbral del duelo, una sonrisa borrará en nuestras caras la amargura por la ausencia para sostener en nuestro horizonte la presencia de este gran ser humano que para la perpetuación infinita dejó imágenes, amabilidad y sonrisas. Tanto amó a la vida que la sublimó hasta el final. Por todo lo que hiciste y compartiste, descansa como mereces y donde mereces, Jorge Mayoral.